Pretty Girls Make Graves

Violeta. Violeta se llama.

Violeta como sus labios y sus párpados en la noche. Violeta como las flores marchitas de su habitación. Violeta como las cicatrices en sus antebrazos. Violeta semidesnuda sobre la alfombra deshilachada. La tenue luz del salón ilumina cadavérica su endeble cuerpo. Colores cenicientos bailan peligrosamente con amantes azules sobre su piel mientras esta se contrasta brutalmente con los rizos enmarañados que juegan con las siluetas que proyecta la luz sobre la alfombra. Ella, peligrosa, temible, frágil como si de una de las diosas de la muerte de Poe se tratase yace inmóvil en una habitación  de despreciables metros cuadrados. Su frente brilla perlada por un frío sudor enfermizo que sumerge sus facciones en incomprensibles signos de la locura y la perversión.-¿A dónde mira?- Sus ojos grisáceos se centran en todo y en nada. Observan más allá de la lógica humana, de las pesadillas infantiles, de los fonemas perceptibles, de las nubes, de las goteras de su techo; sus ojos se pierden en los vórtices  del ayer y del blanco. Hematíes tiñéndose de veneno.  Labios púrpuras buscan desesperados gotas de oxígeno entre los espejismos de serpientes ansiosas de reptar por su cuerpo e inyectar las dosis del éxtasis de la perdición-Violeta, ¿quieres vivir?- Sus pechos todavía de nínfula se mueven a una velocidad arrítmica  contra el suelo siendo el único signo de batalla contra el silencio. Piernas rígidas, brazos inertes, pies congelados. Lleva ropa interior de lencería negra igual que las plumas de los cuervos de sus noches. Convulsiona, se agita, pero el lunar de debajo de su boca no cambia de posición. Él llegará pronto, ella lo sabe. Él leyó su mensaje, ella lo sabe. Allí está la jeringuilla, al lado de ella. Él no lo sabe.

Me gusta el rojo, el púrpura, el cielo por las tardes, la legía de mis pantalones,  las mariposas, hacer el amor los jueves sobre el suelo,  las pupilas dilatadas, el metal. Me gusta el siete, el tres, los gatos tienen cuatro patas, las hojas en otoño, tic, tac, tic, tac. Me gustan tus ojos clorofílicos cuando se cortan con el tiempo,  cuando se disuelven en el aire. Me gusta tu pelo, tu espalda, la línea de tu clavícula cuando deslizo mis yemas sobre ella. Me gustan tus efes, tus cuerdas desafinadas, tu perfume. Las golondrinas desaparecen, los campos de trigo crecen  de la nada y allí está sola, exiliada la amapola. Corro, corro. No estés sola amapola, yo también me siento sola a veces. Las luces cambian, se dilatan, se contraen, desaparecen,  surgen, se entornan, se diluyen. Ríos de oro transcurren ante mis ojos como finos hilos tejidos por una araña.  Me ciegan, me queman. La amapola se ha pulverizado. Nado sin aliento entre ojos lejanos a mí, inconscientes, ausentes, carentes de emoción alguna. ¿Quiénes sois? ¡PARAD, PARAD! Ya no respiro, frases sin palabras me han sumergido en espirales sin fondo. Cometas como lágrimas se estrellan en mi universo estallando en cientos de fragmentos  cegadores. Rosa, verde, gris tiñen la monocromía de mi mente. Pupilas obnubiladas han poseído las taciturnas cuencas estériles. Alma condenada a vagar entre la lujuria y la autoinmolación.  Tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo... Sé que está ahí. Lo sé. Dos franjas verticales de un fortísimo escarlata me observan desde la lontananza. Mefístoles, es como Mefístoles en un elegante traje violeta. Su sonrisa reluce escalofriante contra la oscuridad. Chasquea los dedos. El jazz se desliza en cada uno de sus pasos.
-¿Quién eres?
-"Una parte de aquella fuerza que siempre quiere el mal y siempre obra el bien. Soy el espíritu  que todo lo niega, y no sin motivo, porque todo cuanto existe en el mundo debería arruinarse y sería aún mejor que no existiese nada. Para mí no hay más elemento que el que vosotros conocéis con el nombre del mal, destrucción y pecado". Sé qué quieres, sé que ansías.
-Aléjate.
-Vamos...puedo cerrar ese agujero sangrante de tu pecho. Puedo darte esa sensación de compañía, puedo devolverte el amor. Puedo oscurecer tus recuerdos, enterrarlos. Puedo devolverte la vida. Puedo...
-No, ¡para, para! Tú no eres nadie. Aléjate por dónde has venido, ¡perro de aguas! No tengo agujeros ni heridas. No, ¡no los tengo! No los tengo...
-¿Quieres que tome la forma de ese hombre al que odias con toda tu alma? ¿Quieres que tome la forma de ese hombre que abandonó a tu madre por una mujer cualquiera? ¿O prefieres que sea aquel que te mintió o aquel que engañó? ¿Quieres que sea tu soledad?
Ah...está creciendo, se acerca a mí. Ayuda, ayuda. Miles de labios hablan a destiempo, aterradores. ¿Qué queréis? ¿Qué queréis de mí? Palabras incomprensibles salen de sus bocas. Locura. La locura me invade y la sombra me abraza. Sí, sí, las amapolas danzan con el viento entre el trigo. Las amapolas danzan...

La puerta cede de una patada. Él corre.  El tiempo se para entre las revistas de la entrada, el olor a incienso quemado y la jeringuilla de heroína en el suelo. El tiempo se para, pero el corazón continúa envenenándose. Ya sólo son labios azules, ya sólo son pestañas metálicas. Un sudor helado resbala por sus pechos.  Pretty Girls Make Graves  suena de fondo. Se oyen gritos, maldiciones,  súplicas.
-¡Maldita seas! Te lo dije, te dije que lo dejases...te lo dije. Maldita seas, ahora levanta ese cuerpo. ¡Vamos! Muévete, muévete, por favor... dime que me odias.  Dímelo, dímelo...

Violeta. Violeta se llamaba.
Violeta como sus labios y sus párpados en la noche. Violeta como las flores marchitas de su habitación. Violeta como las cicatrices en sus antebrazos. Era Violeta.