Cuando sus labios se movieron mi mundo se paró.
-Hemos roto
Frío, hace frío. ¿Qué dices? No te puedo escuchar, ¿por qué sólo te veo mover los labios? Las personas ya no caminan, todo es gris, ¿qué ocurre? Espera, ¡no te vayas! No me dejes sola, tengo miedo, es de noche, llueve...no te vayas, por favor...no lo hagas.
Como aquel martes tan lejano desapareciste despacio obligándome a seguirte con la mirada, pero esta vez para no volver nunca más. Cada paso que dabas era más irreal, cada piedra que pisabas por el camino era una pequeña parte de mi corazón, cada metro que te alejabas era cada metro que me hundía en el abismo con una escalofriante lentitud. ¡PARA YA! Duele mucho, demasiado...
No sé cuanto tiempo pasó mientras yo estaba allí de pie, él ya se había ido, pero yo continuaba sin moverme. ¿De verdad estaba pasando esto? No me sentía dueña de mi cuerpo, mi mente no estaba ya allí. Las imágenes pasaban rápido por mi ojos sin darme tiempo a reaccionar. Como una segunda tortura me repetían todas y cada una de las cosas que habíamos vivido, pero sobretodo me mostraban su rostro hasta que por fin terminaron cuando él dijo "te quiero". De repente todo se cubrió con un velo negro y volví a ver todo a través de mis ojos. Me fallaron las piernas y me arrodillé. Estaba empapada, el maquillaje se me había corrido complétamente y todo mi cuerpo estaba rígido y frío. Agaché la cabeza y noté como de mis ojos comenzaban a caer lágrimas sin control, sin dejarme tan siquiera pararlas. Se había acabado. Cerré las manos con frustración y furia, me mordí los labios para contener los sollozos y cerré los ojos fuertemente. En aquella noche de lluvia una voz resonó en mi cabeza.
LEVÁNTATE
La voz era dura y firme, pero a la vez dulce y tierna. Me intentaba ayudar, me estaba diciendo lo que tenía que hacer. Cualquier otro día no hubiese creído lo que estaba escuchando, aún así en ese momento la creí y con una fuerza desconocida me puse de pie.
DESPIERTA
Abrí los ojos de par en par y miré a la luna. ¿Y qué? ¿Qué pasaba por qué me hubiese dejado? Yo estaba allí y seguía siendo en mi interior aquella persona fuerte. ¿Qué hacía llorando? ¡Ya basta! Me sequé las lágrimas y estiré los brazos acercándolos al cielo para después bajarlos con un golpe seco. Soy una mujer, puedo con esto y mucho más. Apunté la vista hacia el horizonte y con una mirada segura me dije a mí misma que no le dejaría verme llorar. Bajo la lluvia lo juré y grité:
HE VUELTO
No hay comentarios:
Publicar un comentario