Pequeña bestia salvaje, negruzca,
déjame observarte con cuidado,
sin escrúpulos.
Déjame caer en tus pisadas livianas
en tus techos, en tus batallas moribundas.
Déjame perseguirte por cielos inversos
donde tus patas, tus garras ocultas
den paso a fisuras en el musgo;
en el asfalto de lilas, dulzura.
Criatura imposible, me encantas.
Tu giro a la izquierda, medido.
Y ese pestañeo entre ausencia y distancia,
como una cuerda en tensión, un fa sostenido.
Tus ritmos, tus bajos, tus cadencias.
Y aún más tus ojos destartalados,
-¿me miras?-
Es esa incomprensión que te acompaña.
El malditismo, la sarna.
Lo amo, lo amo, lo amo, lo amo.
A ella y a tu luna en la espalda.
Alma del Montparnasse,
mis letras son tus esclavas.