Las nuevas generaciones han hecho
del carpe diem su himno y su bandera. Sin embargo, lo han llevado a límites
radicales tergiversando su significado. No existe razón ni causa, sólo un afán
hedonista y desinteresado. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿rebeldes sin causa o
carpe diem?
Volviendo atrás en el tiempo a los
50 en los EE.UU aparece un movimiento fresco y rebelde del que todavía hoy nos
nutrimos. En plena Guerra Fría la sociedad norteamericana se encuentras sumida
en un profundo conservadurismo tratando de ensalzar el puritanismo y el
patriotismo. Los comunistas están siendo perseguidos en la caza de brujas por
McCarthy y se impone el "American Way Of Life". Existe un modelo el
cual seguir, así el mundo se debate entre la existencia y la inexistencia. En medio
de todo nacen los poetas Beats, un grupo
de escritores que siguen la contracultura por la carretera y tratan de romper
con todos los tabúes hasta el momento. Se deslizan en medio del bebop y el jazz
de Dizzy Gillespie o Miles Davis viviendo al límite, tratando de conocer la
vida más allá de lo convencional. Las raíces de este movimiento reivindicativo
de conexión con la vida misma y la búsqueda del ser para los protagonistas-Jack
Kerouac, Neal Cassidy, William Burrough y Allen Gingsberg-se halla en los acontecimientos
históricos de autolimitación y opresión del momento. Se podría decir que son
unos antihéroes justificados, no buscan un carpe diem, sino una visión de
futuro. Ellos mismos serán los primeros en oponerse a Vietnam, influenciarán el
movimiento de mayo del 68 e inspirarán a los tan conocidos hippies de los 60.
No obstante, en la novela "On
The Road" de Jack Kerouac, se nos presenta al protagonista Sal Paradise.
Este personaje se trata del propio Kerouac y el paradigma de la contradicción.
Sus acciones se dividen entre una búsqueda voraz del yo y una huída desesperada
de él. La dualidad de la adolescencia está presente en él. Aunque es su amigo
Dean Moriarty, o Neal Cassidy, la verdadera cara del "carpe diem" tan
cínico. Es Dean el protagonista principal de la novela, el hombre admirado por
Kerouac, el alma del grupo y el eterno libertino. Sin embargo, a lo largo de la
historia se nos enseña que esto no es cierto; esa es la imagen que él mismo
quiere aparentar o que el propio Kerouac quiere creer. Neal es un hombre desertor
de sí mismo y aunque la mayor parte del tiempo se comporte como un rebelde
romántico, en la intimidad se fractura mostrando su falta de convicción, sus
miedos internos y a la soledad. La forma en la que tratan las nuevas
generaciones el carpe diem es como Neal lo haría. En lugar de tratar de ver la
belleza de la juventud antes de que el tiempo pase como ocurría en el
Renacimiento, la sobreexplotan de forma volátil y fisiológica. No hay una
verdadera revolución, no es un acto de contracultura. El carpe diem se ha
convertido en un culto al yo que sirve para justificar todo tipo de
pretensiones por muy fuera de lugar que estén.
Por otro lado, nos encontramos con
el viaje espiritual de los Beats. Jack Kerouac hablaba de la carretera como una
búsqueda de la verdad. Siendo él de orígenes católicos buscó insaciablemente a
lo largo de su vida una unión entre la religión occidental y la oriental.
Ginsberg quizás fuese el que más influyó en la posterioridad, siendo una gran
fuente de inspiración en los 60 y para cantantes como Bob Dylan o Patti Smith.
Dentro de esta rebeldía existía un fuerte componente existencialista, en el que
se buscaba un significado a la vida a través de la espiritualidad. La
desobediencia iba contra la sociedad y la normas preestablecidas, contra la
angustia de no saber quién Dios era.
Así pues, en nuestra sociedad
podemos apreciar cómo el "carpe diem" además de ser vivido como un
salto a la locura, no esconde tras de sí ningún tipo vacío existencial o debate
interno. Todo lo contrario, sus bases se hallan en un aburrimiento sin
precedentes. El nihilismo devora todo dejando un consumismo caduco. La juventud
crece sin apenas inquietudes, y las aparentes se centran en un materialismo con
el ansia de acaparar todo. No existe dentro de tal interludio un momento para
la reflexión y la duda. El mundo se abalanza sobre sí mismo de una manera
frenética, como con una casi total certeza de que ya está desapareciendo.
Quizás debamos entones recordar al
profesor Keating en la ya tan conocida película "El club de los poetas
muertos". En estos tiempos el carpe diem nace sólo desde un punto de vista
hedonista, del yo y del deseo. Habría entonces que recuperar aquello que le dio
vitalidad, y eso es la capacidad de detenerse y observar la belleza de momento
a través de la razón plenamente despierta. Hay que profanar la vida,
experimentarla y conocer sus recovecos, pero siempre con un criterio
equilibrado. Para recitar a Walt
Whitman, primero hay que saber leer y después saborear.