Era una noche fría y cerrada. Por la carretera no circulaban apenas coches y los pocos que lo hacían eran grandes camiones que llevaban rumbo a lejanos lugares. De pronto de la inmensa oscuridad salió un automóbil negro y viejo. Las luces la alumbraron brevemente. Ella no lo dudó; ya lo había hecho más veces. Se acercó a la ventanilla con su escasa y ligera ropa haciendo alarde de sus atributos y entabló una fugaz conversación con el conductor. A los pocos minutos ya estaba dentro del coche.
El viaje fue corto y silencioso, tan sólo una pregunta. ¿Cuánto cobras? Al cabo de quince minutos ya habían llegado a su destino:un cutre y ruinoso motel de carretera. Las paredes eran grises y agrietas, la recepcionista una señora de unos 50 años que iba pintada como una quinceañera y fumaba como una carretera y las habitaciones deplorables salas con una cama a punto de romperse. A la chica no le importó aquello. Lo había hecho en lugares mucho peores. Agarró el dinero que el hombre le ofrecía con desesperación y comenzó su trabajo. A las 4 de la mañana ya había acabado.
El señor se marchó nada más sentirse satisfecho. Se visitó y se abrochó los pantalones con prisa, pero antes de desaparecer por la puerta manoseó a la chica de nuevo
-Por curiosidad, ¿cómo te llamas?
-Rose
-Tienes un buen culo-descaradamente se acercó a su escote- ¿Son de silicona?
-No
La puerta se cerró tras su sombra y Rose se levantó de la cama buscando a tientas su ropa interior. Se colocó el liviano sujetador y se abrochó el corsé. Le dolía un poco el cuerpo, aquel hombre se había sobrepasado, pero por lo menos ahora ya tenía dinero. Atravesó el corredor y pasó por delante de la recepcionista. Ella la llamó puta y Rose contestó sin mucho reparo alzando el dedo corazón y con un simple "que te follen". Bajó las escaleras y se abrazó a sí misma tiritando de frío. Le castañeaban los dientes, tenía las extremidades entumecidas y los labios casi morados. Caminó hasta el pueblo más cercano, una pequeña población a unos 10 minutos del motel. Entre oscuras y siniestras calles buscó a su camello, normalmente solía estar por allí a esas horas. Al cabo de un rato lo encontró en un estrecho callejón vendiendo heroína a un chico aproximadamente de unos 20 años. El chico estaba muy nervioso y los ojos le brillaban a pesar de no haber prácticamente luz. Rose se acercó al camello y le pidió lo habitual, cocaína. Le dio todo el dinero que había ganado ese día y se marchó de aquel lugar apresuradamente. Necesitaba esnifar.
Tras media hora buscando un pequeño almacén abandonado para poder tumbarse y disfrutar, lo halló a la afueras de pueblo. Se sentó en una esquina y se tapó con su fina chaqueta de plumas para no morir de hipotermia. Preparó todo lo necesario para esnifar la cocaína y la extendió por el suelo. Ya estaba todo listo. Comenzó aspirando poco a poco y cada vez fue a más, era tan agradable... En aquellos instantes se olvidaba de quién era, de lo que hacía, de su asquerosa vida, de todas las veces que los tíos le habían pegado o jugado con ella, de todo. Los ojos se le empezaron a cerrar, pero no importaba. Nadie la echaría en falta, ¿quién se iba a acordar de una puta?
Die Nacht
La lluvia caía en la ciudad con furia, cubriendo el cielo de espesas nubes grises. Las gotas resbalaban por su rostro, pero a ella no le importaba. Caminó despacio entre las calles, mojándose, dejando que su ropa se empapase hasta que no quedara rastro de sequedad y levantó lentamente su cabeza hacia el cielo. Era de noche y la luna brillaba a través un pequeño claro que se había formado entre dos nubarrones. Se quedó mirando fijamente el banco, en silencio, y comenzó a llorar. ¿Por qué, por qué, por qué..?
-¿Por qué lloras?
La joven no dudó en girar la cabeza y contestar a aquella voz tan conocida.
-Por ti
-¿Por mí?
-Por nosotros, por lo que siempre estuvo, pero nunca existió. Por la palabras que fueron pensadas, pero nunca dichas. Por los sentimientos que siempre estuvieron encerrados y nunca tuvieron ni una sola oportunidad para salir. Por todo... porque esto no es un encuentro cualquiera. Porque esto es un adiós; ya me he cansado de jugar.
-¿Por qué lloras?
La joven no dudó en girar la cabeza y contestar a aquella voz tan conocida.
-Por ti
-¿Por mí?
-Por nosotros, por lo que siempre estuvo, pero nunca existió. Por la palabras que fueron pensadas, pero nunca dichas. Por los sentimientos que siempre estuvieron encerrados y nunca tuvieron ni una sola oportunidad para salir. Por todo... porque esto no es un encuentro cualquiera. Porque esto es un adiós; ya me he cansado de jugar.
Profe, ¿de verdad existen?
Son las 10 de la mañana y los chicos como todas las mañana están en su clase de Lengua Castellana. La mayor parte no están atendiendo y la otra está mirando el reloj de manera compulsiva. La profesora sigue hablando con la mirada perdida a pesar de que nadie la está escuchando.
-(...) por ejemplo si decimos chucho, tiene un sentido más despectivo que perro, aunque todo depende en qué contexto.
-Pero, profe. ¿Entonces no existen los sinónimos absolutos?-preguntó una chica
-Sí...., pero son muy complicados de encontrar-contestó la profesora
-Ah, pues de te quiero...-titubeó la chica
-Te amo-respondió el chico
-Sí, podría ser un buen ejemplo. Se aproxima bastante-afirmó la profesora
-No, no lo es. Si yo te digo te amo, te lo digo de corazón; desde lo más profundo del alma. Son dos sencillas palabras que guardan una llave. Son dos pozos sin fondo, dos flechas esperando a ser lanzadas. Si te digo te quiero sólo ves mis labios, pero no más allá de mis ojos. No comprenderías quien soy.
Para Alba Martínez.
Se ceden los derechos a Nuria Seoane
-(...) por ejemplo si decimos chucho, tiene un sentido más despectivo que perro, aunque todo depende en qué contexto.
-Pero, profe. ¿Entonces no existen los sinónimos absolutos?-preguntó una chica
-Sí...., pero son muy complicados de encontrar-contestó la profesora
-Ah, pues de te quiero...-titubeó la chica
-Te amo-respondió el chico
-Sí, podría ser un buen ejemplo. Se aproxima bastante-afirmó la profesora
-No, no lo es. Si yo te digo te amo, te lo digo de corazón; desde lo más profundo del alma. Son dos sencillas palabras que guardan una llave. Son dos pozos sin fondo, dos flechas esperando a ser lanzadas. Si te digo te quiero sólo ves mis labios, pero no más allá de mis ojos. No comprenderías quien soy.
Para Alba Martínez.
Se ceden los derechos a Nuria Seoane
Busca y lo encontrarás
Todo comenzó un frío mes de enero en el que los campos aparecían blancos por las mañanas y la luna resplandecía en el oscuro cielo. Unas palabras, una excusa, un intercambio de miradas; una conversación por chat, un primer abrazo, los cimientos de una amistad. Enero, febrero, marzo, abril, mayo... y así pasaban los días, los meses y las estaciones, pero sobretodo el tiempo.
Llegó junio y con él las ganas de acabar las clases, olvidarse de los exámenes e ir a la playa. Todos los chicos soñaban con la vacaciones, mas ella no. Contaba todos y cada uno de los días como si fuesen los últimos y aprovechaba cada unos de los segundos para estar con él. Eran amigos, ¿no? ¿Entonces por qué le dolía tanto el pecho cuando pensaba en él? La chica no encontraba la respuesta y se iba entristeciendo porque el dolor iba en aumento y el tiempo se agotaba.
Al fin llegó el ansiado último día y los alumnos salieron corriendo del aula para despedirse de sus amigos. La joven salió despacio, observando su espalda, su ropa y su cabello; guardando en su mente su olor, pero sobretodo memorizando sus ojos.
Ni un adiós, ni una broma, ni siquiera un simple "feliz verano". El dolor era demasiado y palpitaba queriendo salir fuera; haciendo entonces que se diese cuenta de que algo faltaba en ella.
-Creo que he perdido el corazón. Ya no duele, no está.
-¿Cómo que lo has perdido? Eso es imposible.
-Lo sé, aún así debes creerme. Ayúdame a encontrarlo.
-Vale, pero sólo por esta vez.
Y así pasaron el mediodía, buscándolo y cuanto más tiempo estaba con él, más notaba que lo estaba volviendo a encontrar. Pero dieron las 3 y él anunció que tenía que irse a casa. Durante unas horas las esperanzas de haberlo encontrado habían vuelto, aún así en aquel momento notó como poco a poco se desvanecían. Levantó la mano tristemente y dijo "adiós, buen verano". Él hizo lo mismo, pero cuando ya estaba a punto de desaparecer, volvió.
-Ya sé donde está tu corazón.
-¿Si?
-Sí, te lo he robado yo.
Y de improviso besó a la chica, haciéndole darse cuenta de que sí era cierto: lo había tenido él desde el principio.
Llegó junio y con él las ganas de acabar las clases, olvidarse de los exámenes e ir a la playa. Todos los chicos soñaban con la vacaciones, mas ella no. Contaba todos y cada uno de los días como si fuesen los últimos y aprovechaba cada unos de los segundos para estar con él. Eran amigos, ¿no? ¿Entonces por qué le dolía tanto el pecho cuando pensaba en él? La chica no encontraba la respuesta y se iba entristeciendo porque el dolor iba en aumento y el tiempo se agotaba.
Al fin llegó el ansiado último día y los alumnos salieron corriendo del aula para despedirse de sus amigos. La joven salió despacio, observando su espalda, su ropa y su cabello; guardando en su mente su olor, pero sobretodo memorizando sus ojos.
Ni un adiós, ni una broma, ni siquiera un simple "feliz verano". El dolor era demasiado y palpitaba queriendo salir fuera; haciendo entonces que se diese cuenta de que algo faltaba en ella.
-Creo que he perdido el corazón. Ya no duele, no está.
-¿Cómo que lo has perdido? Eso es imposible.
-Lo sé, aún así debes creerme. Ayúdame a encontrarlo.
-Vale, pero sólo por esta vez.
Y así pasaron el mediodía, buscándolo y cuanto más tiempo estaba con él, más notaba que lo estaba volviendo a encontrar. Pero dieron las 3 y él anunció que tenía que irse a casa. Durante unas horas las esperanzas de haberlo encontrado habían vuelto, aún así en aquel momento notó como poco a poco se desvanecían. Levantó la mano tristemente y dijo "adiós, buen verano". Él hizo lo mismo, pero cuando ya estaba a punto de desaparecer, volvió.
-Ya sé donde está tu corazón.
-¿Si?
-Sí, te lo he robado yo.
Y de improviso besó a la chica, haciéndole darse cuenta de que sí era cierto: lo había tenido él desde el principio.
¿A qué le llamas tú...?
Son las 20.33 y suena inesperadamente el teléfono. La chica sale corriendo de su habitación con intención de saber quién la está llamando en ese momento.
-¿Diga?-pregunta intrigada
-Charlotte, ¿eres tú?-responde la voz al otro lado del teléfono
-Sí Mila, soy yo. ¿Qué pasa? Sabes perfectamente que a estas horas estoy ocupada-resopló
-Es rápido, no te preocupes. Es que tengo un problema con la redacción de mañana y no sé cómo hacerla. La profesora me ha dicho que no sé escribir,que lo que cuento es mecánico, ¡ni que ella fuese escritora! A ti se te da mejor que a mí estas cosas, ¿cómo se escribe? No en el sentido de oraciones o escribir gramaticalmente bien, yo quiero expresar sentimientos, ideas y que lleguen a la persona que lo lea.
- ¿A qué le llamas tú escribir? Lo siento Mila, pero no te voy a poder ayudar. Cuando escribes cuentas lo que sientes, lo que se te pasa por la cabeza. Escribir es pensar con letras y firmar con tinta lo que el corazón te dice. Yo no puedo cambiar eso; ni yo ni nadie. Si de verdad quieres escribir algo que llegue y provoque una pequeña sensación , escúchate. Simplemente no pienses, deja que las letras fluyan y la pluma hará el resto.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)