El hombre sudaba. En sus ojos se podía apreciar el miedo y la desesperación. Qué encantador, mientras estuviese vivo sería mucho más divertido jugar con él. Se revolvía inquieto en la camilla como como un pez recién sacado del agua. Le apretó las correas. Su venganza había llegado. Comenzó con un pequeño corte en el brazo para luego continuar profundizando en la carne. Lamió la sangre del cuchillo. El hombre gritó.
Aquella auguraba ser una gran noche.
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