M

Soy una persona sin rumbo aparente que deja que la olas empujen su barco hacia nuevas aventuras, que deja que la brisa le acaricie el rostro sin preocuparle que pueda venir después. Soy una persona que no cree mucho en el amor, que le gusta pintarse las uñas de rojo, llevar sus pitillos azules y maquillarse los ojos de negro. Soy una persona que simplemente dice lo que piensa, que no cree en cuentos de color rosa, que vive la vida a su manera... Soy esa clase de persona.
 
                                                         Sonríe, no pierdes nada por intentarlo.

                                                                        

Flor

 En las frías noches de invierno, mientras todo el mundo duerme en sus cómodas casas, Sisa camina a través de las calles. Las luces están apagadas y no se escuchan ruidos, sólo el rugir de algunos motores a lo lejos. Mira a ambos lados de la calzada y abre el contenedor dispuesta a revolver entre la basura. Es hora de buscar algo para sobrevivir.

Adiós

  Corrió con todas sus fuerzas, ya veía el corredor a lo lejos. Un esfuerzo más se dijo. Con gran determinación puso toda la energía que le quedaba en ese breve tramo. 10 metros más, el corazón le latía muy rápido en el pecho y su respiración agitada no le permitía casi avanzar. Las piernas le fallaron, tropezó y cayó estrepitosamente al suelo. Alargó su mano intentando tocar lo inalcanzable para luego cerrarla a pesar de saber que había agarrado sólo aire. La mirada se le nubló y las lágrimas comenzaron a resbalar por su rostro hasta llegar al suelo.
Por favor, que alguien me ayude.
La gente continuó pasando sin inmutarse, el tiempo no se paró en el aeropuerto  para las personas. Ajetreadas pasaban de un lado a otro, solamente se limitaban a esquivarla. Cansada se levantó del suelo y recorrió a tumbos el camino hasta las cristaleras. Ya era tarde. El avión despegó con su último pestañeo llevándose así sus sueños y su corazón. Ni siquiera se pudo despedir de él.

Königin

  He nacido reina. En mi palacio el suelo es un tablero,  las paredes cartas y mis súbditos piezas de ajedrez. Me gusta que me traigan mis delicados zapatos de cristal negro, que me abrochen mi intrincado vestido de plumas rojo, que me peinen y me recojan el pelo con extravagantes piedras preciosas, pero sobretodo adoro esos labios cerca de mi oreja susurrándome halagos entre frívolas palabras.
En mi reino poseo las vidas de todos y cada uno de mis sirvientes, puedo jugar como quiera con ellas: mover un paso al peón, hacer una L con el caballo, deslizar en diagonal al alfil, hacer desaparecer  una torre en el campo de batalla...cualquier cosa es posible. Son sólo juguetes con unos movimientos limitados, yo en cambio tengo la capacidad de transladarme a dónde quiera sin mayor dilación, nadie me gobierna. ¿El rey? Como ya he dicho he nacido reina, así que en este castillo no cabe lugar para otro monarca. Los placeres y lujos de esta clase de vida únicamente me pertenecen a mí, la Reina. Está prohibido amar lo amado y tracionar lo cercano. Sólo está permitido quererse a sí mismo y darle más importancia a la opinión propia que a la del resto. Narcisismo. Aquí reina el odio, la amargura y la tristeza. Bienvenido a mi mundo, yo he nacido su reina.

Hurt

 Celia, no me esperes por favor. No te sientes en esa silla vieja y carcomida mirando el reloj porque sabes que no apareceré por la puerta. No me busques ni me llames, no recuerdes mi rostro ni mi voz, todas mis palabras fueron mentiras. Odio tus bizcochos, tus corazones dibujados con nata, odio todas y cada una de las sonrisas que me dedicas. Es otoño y los amores de verano son tan sólo de verano, pasajeros... Hice mal, lo sé y nunca me lo perdonaré; lo nuestro, ese tú y yo debería de haber quedado tras aquella playa de arenas blancas. Jamás debió de avanzar de ahí. Lo siento, no te voy a pedir que me perdones, pero sí que no continúes de pié aguardando a alguien que no volverá. Te haré daño tarde o temprano, no estoy hecho para ti querida Celia. Sabes que a pesar de que llores en mi camisa, que me supliques que vuelva, no volveré porque antepongo mi felicidad a la tuya. Nunca me podrás retener, aún así espero que consigas todo, que seas feliz y te olvides de mí. Te defraudaré de todos modos. En lo que me he convertido no debe ser visto por ti, dulce amiga, tengo que continuar mi vida y encontrar mi camino. Te ayudaré, desapareceré de tu mente para siempre como una brisa de aire otoñal. No me busques, empezaré de nuevo a miles de kilómetros de ti. Te haré daño.

Los dedos ágiles, sinuosos de deslizan,
puntean con cuidado, con ternura las cuerdas.
La melodía baja, sube, respira.
Quiero cantar, reír, llorar
¿puedo?

Bailo bajo la lluvia entre margaritas mojadas,
mis pies descalzos acarician el campo.
Lo tocan, lo palpan, lo sienten,
disfrutan de su tacto.

El frío viento sopla entre los árboles,
los mece hasta que se queden dormidos,
hasta que sus hojas se agiten cansadas,
hasta que se haga el silencio.

Susurro tu nombre entre suspiros,
acaricio tu pelo alborotado.
Te quiero.

Quiero tu voz,
tus ojos,
tus labios.
Quiero encontrarte bajo la lluvia,
cantar, reír, llorar,
¿puedo?

 


  Es diciembre, los copos de nieve caen cubriendo las calles como un manto de lirios blancos. Hace frío. Suspiro de nuevo y me pongo la capucha, no quiero que nadie me vea. Me acerco a la barandilla y me subo a ella, parece que toco el cielo. Alargo mi mano y miro al horizonte, pronto habrá pasado ya un año desde que se fue. Duele. De un salto bajo y llego al suelo, camino dejando mis huellas al paso. Sonrío, las lágrimas resbalan por mis mejillas. Unos conocidos ojos marrones me observan. Ha vuelto.
                                                                      Nunca me sueltes

                                                        

Nana de lágrimas

Los arpegios entonaban una delicada nana, 
la luna blanca derramaba lágrimas negras
Llueve
No saldré hoy de casa, 
quiero llorar entre flores pintadas de tristeza
Llueve
Respirar humo contaminado por ti,
asfixiarme de recuerdos enterrados entre viejos cartones
Llueve
En la noche volaré hasta tu corazón,
¿me abrirás las puertas de hojalata?
Luna, no derrames más lágrimas negras,
sabes que mañana seguirá lloviendo

 

Diva

La llamaban La Magnífica. Su voz de soprano semejaba a las de los ruiseñores y se decía que podía hacer gorgoritos incluso en las notas más agudas. Su presencia en los escenarios era inigualable, el público se arrodillaba a sus pies como hipnotizados por una extraña melodía. Su carisma dejaba embelesados a los hombres y su belleza era objeto de deseo y crítica. Lo tenía todo, pero tras aquellas tupidas pestañas y penetrante mirada se escondía una enorme tristeza. Se la vio por última vez en el gran concierto de Viena. Su voz se apagó a la mañana siguiente: la encontraron muerta en su dormitorio.