-Me gustaría ser como tú.
Y yo contesté:
-Nunca quieras eso, pide cualquier cosa menos ser como yo. Te lo aseguro, no soy quién crees que soy.
No puedo ganar
Un día una niña me dijo:
-No es justo, ¡no puedes ganar!
-Claro que puedo, gané yo.
Tenía razón, no puedo ganar.
Nunca he podido, ni me lo merezco.
-No es justo, ¡no puedes ganar!
-Claro que puedo, gané yo.
Tenía razón, no puedo ganar.
Nunca he podido, ni me lo merezco.
C'est trop pour moi
J'habite un coin du vieux Montmartre.
Mon père rentre soûl tous les soirs
Et pour nous nourrir tous les quatres
Ma pauvre mère travaille au lavoir.
Quand j'suis malade, j'reste à ma fenêtre.
J'regarde passer les gens d'ailleurs.
Quand le jour vient à disparaitre
Y'a des choses qui me font un peu peur
Dans ma rue y'a des gens qui s'promènent.
J'les entends chuchoter et dans la nuit
Quand j'm'endore bercée par une rengaine
J'suis soudain réveillée par des cris
Des coups de sifflet, des pas qui trainent
Qui vont qui viennent
Puis le silence qui me fait froid dans tout le cœur
Dans ma rue y'a des ombres qui s'promènent
Et je tremble et j'ai froid et j'ai peur
Mon père m'a dit un jour: “Ma fille
Tu vas pas rester là sans fin.
T'es bonne à rien, ça c'est de famille.
Faudrait voir à gagner ton pain.
Les hommes te trouvent plutôt jolie.
Tu n'auras qu'à partir le soir.
Y'a bien des femmes qui gagnent leur vie
En s'baladant sur le trottoir”
Dans ma rue y'a des femmes qui s'promènent.
J'les entends fredonner et dans la nuit
Quand j'm'endore bercée par une rengaine
J'suis soudain réveillée par des cris
Des coups de sifflet, des pas qui trainent
Qui vont qui viennent
Puis ce silence qui me fait froid dans tout le cœur
Dans ma rue y'a des femmes qui s'promènent
Et je tremble et j'ai froid et j'ai peur
Et depuis des semaines et des semaines
J'ai plus de maison, j'ai plus d'argent.
J'sais pas comment les autres s'y prennent
Mais j'ai pas pu trouver de client.
J'demande l'aumône aux gens qui passent
Un morceau de pain, un peu de chaleur.
J'ai pourtant pas beaucoup d'audace
Maintenant c'est moi qui leur fait peur
Dans ma rue, tous les soirs j'me promène
On m'entend sangloter et dans la nuit
Quand le vent jette au ciel sa rengaine
Tout mon corps est glacé par la pluie
Et j'en peux plus, j'attends qu'enfait
Que mon Dieu vienne
Pour m'inviter à m'réchauffer tout près de Lui
Dans ma rue y'a des anges qui m'emmènent.
Pour toujours mon cauchemar est fini
Las historias dicen que una vez vivió un hombre que se enamoró del mar
Más allá de las agrietadas, viejas y secas tierras de la Meseta se halla un lugar mágico y encantado en el que se entrelazan antiguos hechizos con los aullidos de las criaturas a la luz de la luna. Galicia es llamada entre verdor y brumas, un pequeño reino oculto por árboles y misterio. Golpeada por un mar impredecible, brusco y furioso en el que cientos de almas se han perdido. Esculpidos poco a poco por la naturaleza han dejado embelesado a más de uno los acantilados, temibles gigantes de roca en los que con el tiempo se han asentando en las proximidades pequeñas aldeas marineras. Finisterrae, fin del mundo. Sobre él han habido miles de leyendas, pero ninguna como la que yo me dispongo a contar así que escuchad atentos.
Las historias dicen que una vez vivió un hombre que se enamoró de la mar. Cuentan que nunca se llegó a saber su nombre porque sólo ella sabía y podía pronunciarlo. Vivió en una pequeña casa cerca del acantilado que hoy ya no se conserva, lo que sí continúa en pie es un robusto y viejo sauce llorón que él plantó para recordar a su amada. Cada cien años nace una nueva niña cuyos ojos son tan puros y azules como el agua, su sonrisa tan suave y deliciosa como las orillas en calma y su carácter tan indómito, rebelde y libre como el mar. La chiquilla siempre se llama del mismo modo, Marina, y cuando llega la noche en que cumple los 19 años debe volver a donde su alma y cuerpo proceden; al mar. Aquel pobre de padres marineros y vida humilde se enamoró perdidamente de la joven. Se conocieron de pequeños cuando todavía no podían hablar y sus destinos quedaron unidos trágicamente desde aquel día. Compartieron risas, enfados, riñas y felicitaciones, así fue cómo nació lentamente una delicada llama de amor. La noche anterior a cumplir 19 en la orilla del acantilado Marina le habló de su admiración por los sauces llorones. Ella mantenía que ese débil y triste árbol se parecía a ella, los dos aunque no pudiesen derramar lágrimas en el interior estaban llorando. También le habló de su destino, llegadas las 12 cumpliría la temida edad y debería abandonar su vida y reemplazar así al anterior espíritu del mar, su abuela. El chico escuchó entristecido lo que le contó Marina sonteniendo continuamente sus frágiles manos en un absurdo intento de poder retenerlas. Así pasaron las horas sentados uno al lado del otro mirando al horizonte sin poder decir nada. Cuando apenas quedaban cinco minutos para las doce besó a la chica pudiendo poseer por un breve instante un pedacito de mar. Después ella se separó, le susurró unas palabras al oído y se tiró desde lo alto del acantilado. Su cuerpo mientras caía se convirtió en espuma que luego se dispersó en las negras aguas sin dejar rastro de la joven. El hombre se quedó allí de pie en silencio mirando a la luna y viendo como decenas de mariposas azules volaban hacia ella dejando a su paso un brillante polvo del mismo color que sus alas. Los padres de aquel chico murieron en el mar como muchos otros, pero aún así él fue incapaz de odiar a Marina porque sabía que era su naturaleza. Ahora ellos descansarían en ataúdes de burbujas rodeados por la familia de su amada.
Dicen que aquel hombre nunca se casó, siempre vivió en un faro cerca de los acantilados y por muchos años que pasasen su corazón jamás dejó de pertenecer a la mar. Una noche cada 19 años volvían a aparecer las mismas mariposas azules que volaban hacia la luna cuando la chica desapareció entre las olas. De ellas sale Marina igual que la última vez que la vio el hombre y esa noche bajo la luna pueden verse hasta que los primeros rayos de sol aparecen del mar obligando a Marina a desaparecer entre las aguas para no volver de nuevo muchos años después. Supongo que ahora os estaréis preguntando qué fue del hombre enamorado de la mar. Aquel triste marinero continuó visitando al mar hasta que sus cabellos se volvieron blancos y su cuerpo no le dejó seguir caminando. Finalmente con su última voluntad llegó hasta la playa y allí murió abrazado por el mar. Nunca nadie lo encontró, pero algunos dicen haber visto una joven muchacha salir del mar y dulcemente llevárselo con ella a las profundidades. Hoy en día cuentan que el alma del hombre reside en los acantilados acariciados por el mar en un continuo intento por abrazarlo. Todavía en una noche especial cada 19 años se puede ver a dos personas abrazadas bajo un sauce llorón.
Las historias dicen que una vez vivió un hombre que se enamoró de la mar. Cuentan que nunca se llegó a saber su nombre porque sólo ella sabía y podía pronunciarlo. Vivió en una pequeña casa cerca del acantilado que hoy ya no se conserva, lo que sí continúa en pie es un robusto y viejo sauce llorón que él plantó para recordar a su amada. Cada cien años nace una nueva niña cuyos ojos son tan puros y azules como el agua, su sonrisa tan suave y deliciosa como las orillas en calma y su carácter tan indómito, rebelde y libre como el mar. La chiquilla siempre se llama del mismo modo, Marina, y cuando llega la noche en que cumple los 19 años debe volver a donde su alma y cuerpo proceden; al mar. Aquel pobre de padres marineros y vida humilde se enamoró perdidamente de la joven. Se conocieron de pequeños cuando todavía no podían hablar y sus destinos quedaron unidos trágicamente desde aquel día. Compartieron risas, enfados, riñas y felicitaciones, así fue cómo nació lentamente una delicada llama de amor. La noche anterior a cumplir 19 en la orilla del acantilado Marina le habló de su admiración por los sauces llorones. Ella mantenía que ese débil y triste árbol se parecía a ella, los dos aunque no pudiesen derramar lágrimas en el interior estaban llorando. También le habló de su destino, llegadas las 12 cumpliría la temida edad y debería abandonar su vida y reemplazar así al anterior espíritu del mar, su abuela. El chico escuchó entristecido lo que le contó Marina sonteniendo continuamente sus frágiles manos en un absurdo intento de poder retenerlas. Así pasaron las horas sentados uno al lado del otro mirando al horizonte sin poder decir nada. Cuando apenas quedaban cinco minutos para las doce besó a la chica pudiendo poseer por un breve instante un pedacito de mar. Después ella se separó, le susurró unas palabras al oído y se tiró desde lo alto del acantilado. Su cuerpo mientras caía se convirtió en espuma que luego se dispersó en las negras aguas sin dejar rastro de la joven. El hombre se quedó allí de pie en silencio mirando a la luna y viendo como decenas de mariposas azules volaban hacia ella dejando a su paso un brillante polvo del mismo color que sus alas. Los padres de aquel chico murieron en el mar como muchos otros, pero aún así él fue incapaz de odiar a Marina porque sabía que era su naturaleza. Ahora ellos descansarían en ataúdes de burbujas rodeados por la familia de su amada.
Dicen que aquel hombre nunca se casó, siempre vivió en un faro cerca de los acantilados y por muchos años que pasasen su corazón jamás dejó de pertenecer a la mar. Una noche cada 19 años volvían a aparecer las mismas mariposas azules que volaban hacia la luna cuando la chica desapareció entre las olas. De ellas sale Marina igual que la última vez que la vio el hombre y esa noche bajo la luna pueden verse hasta que los primeros rayos de sol aparecen del mar obligando a Marina a desaparecer entre las aguas para no volver de nuevo muchos años después. Supongo que ahora os estaréis preguntando qué fue del hombre enamorado de la mar. Aquel triste marinero continuó visitando al mar hasta que sus cabellos se volvieron blancos y su cuerpo no le dejó seguir caminando. Finalmente con su última voluntad llegó hasta la playa y allí murió abrazado por el mar. Nunca nadie lo encontró, pero algunos dicen haber visto una joven muchacha salir del mar y dulcemente llevárselo con ella a las profundidades. Hoy en día cuentan que el alma del hombre reside en los acantilados acariciados por el mar en un continuo intento por abrazarlo. Todavía en una noche especial cada 19 años se puede ver a dos personas abrazadas bajo un sauce llorón.
Reflexiones de un pájaro
Hijo,
una vez yo fui pájaro.
Pedí un deseo y me concedieron alas.
Volé tan alto como pude, tan lejos como lo conseguí.
Canté para emperadores, recité poemas para doncellas, llevé mensajes a enamorados...
Hijo,
espero que algún día tú también seas pájaro,
espero que sientas el viento entre tus plumas,
que duermas entre suaves y esponjosas nubes.
Pero a pesar de todo no cometas el mismo error que tuve yo.
Nunca te poses ni descanses, no te dejes atrapar
porque entonces te arrancarán las alas
y te volverán a quitar la libertad.
una vez yo fui pájaro.
Pedí un deseo y me concedieron alas.
Volé tan alto como pude, tan lejos como lo conseguí.
Canté para emperadores, recité poemas para doncellas, llevé mensajes a enamorados...
Hijo,
espero que algún día tú también seas pájaro,
espero que sientas el viento entre tus plumas,
que duermas entre suaves y esponjosas nubes.
Pero a pesar de todo no cometas el mismo error que tuve yo.
Nunca te poses ni descanses, no te dejes atrapar
porque entonces te arrancarán las alas
y te volverán a quitar la libertad.
Me siguen llamando la chica del vestido rojo
Me siguen llamando la chica del vestido rojo,
la que camina entre charcos y baldosas
en días grises de lluvia.
La noche me protege como una madre
me acuna en sus fríos brazos,
me da lunas y estrellas,
sueños... y yo lloro.
¿Te quiero?
No lo sé, así que por favor
solitaria y soñadora madre,
no me dejes caer y,
aunque me resbale cuídame,
cántame nanas,
dame ambiciones,
devuélveme la vida
porque en aquellas viejas calles
todavía sigo siendo la chica del vestido rojo.
la que camina entre charcos y baldosas
en días grises de lluvia.
La noche me protege como una madre
me acuna en sus fríos brazos,
me da lunas y estrellas,
sueños... y yo lloro.
¿Te quiero?
No lo sé, así que por favor
solitaria y soñadora madre,
no me dejes caer y,
aunque me resbale cuídame,
cántame nanas,
dame ambiciones,
devuélveme la vida
porque en aquellas viejas calles
todavía sigo siendo la chica del vestido rojo.
“Das Denken ist zwar allen Menschen erlaubt, aber vielen bleibt es erspart.”
Johann Wolfgang von Goethe
Todavía recuerdo tu voz y tu cuello,
tus silenciosos pasos en mi mente,
todavía te recuerdo a ti.
Todavía...
tus silenciosos pasos en mi mente,
todavía te recuerdo a ti.
Todavía...
Y bajo la luna soñé que me querías, soñé que me besabas suavemente dejando tu aliento olor a menta impregnado en mi ropa y en mi sueño. Para siempre.
Alice y la Reina de Corazones
En Londres, como en cualquier lugar de Inglaterra es
costumbre beber el clásico té con pastas. La madre de Alice desde que la niña
comenzó a hacer uso de razón-en su caso muy pronto-intentó inculcarle aquella
tradición, pero sin éxito. Alice era una adicta al café al igual que su abuela,
una dama nada convencional. Siempre que llegaban las 4 se tomaba una taza de
café y cuando iba a casa de Mamá Liz podía llegar a repetir hasta tres. Se dice
que la cafeína nos es muy adecuada para niños de esa edad, pero Alice era una
niña diferente y algo como aquello solamente le resultaba interesante, un sabor
nuevo y amargo para su paladar.
Una noche, cuando viajó al País de las Maravillas fue
invitada por la Reina
de Corazones a una partida de cricket. A Alice la Reina no le gustaba del todo, le infundía un aire
de soberbia y vanidad que la niña no podía entender. En la partida un pobre
soldado salió mal parado cuando una bola interceptó a su frágil cuerpo y ésta
atravesó de lado a lado la carta. A la
Reina no pareció importarle y siguió la partida, pero a Alice
sí, ¿cómo podía tratar así a sus soldados?
Llegó la hora del té y la Reina mandó servir la infusión. Alice intentó
explicarle su desagrado hacía él, pero la Reina hizo oídos sordos. Durante la merienda, la
monarca trató con inferioridad a la niña como si fuesen de mundos diferentes.
Alice, no lo comprendía, ¿por qué era así?, y entonces se decidió a preguntar:
-Perdone mi impertinencia si me lo permite pero, ¿qué
diferencia hay entre usted y yo? ¿Qué diferencia hay entre Alice y la Reina de Corazones? Espero
que no le moleste que le diga esto mas, para mí somos iguales, seres humanos.
Entonces, ¿por qué este trato?
Alice (2)
Alicia tenía menos de 10 años, medía menos de un metro
cincuenta y lo que menos le gustaba era la falta de imaginación. Desde pequeña
había sentido una inmensa atracción por los libros, pero sin duda su favorito
era Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll. La primera vez que lo
había leído se había identificado con aquella muchacha de nombre igual al suyo.
Por las noches pensaba que se caía por la madriguera y llegaba a ese mundo lleno
de fantasías e ilusiones.
Un día al volver de la escuela, su madre le preguntó qué tal
le había ido y la contestación que su hija le dio le resultó de todo, excepto
normal:
-Mal, porque he descubierto que estoy soñando
-Y, ¿quién te ha dicho eso?
-El Conejo Blanco, por supuesto. Mamá, ¿es qué nunca te has
dado cuenta de que la vida es un sueño?
La madre se quedó callada, no supo qué contestar
Acordes de un ayer
Este relato además de servirme de inspiración para el diseño del blog y del título es muy importante para mí porque a partir de él gané un segundo premio en un certamen literario. Aquí lo tenéis:
ACORDES DE UN AYER
¿Sabes, Lena? Hoy es jueves y está lloviendo. Por la calle veo pasar a
la gente, todos van muy abrigados; con paraguas en la mano. Se mueven como una
masa: todos hablan y hacen lo mismo, solamente que cada uno con diferentes
acompañantes. Un niño se ha separado de su madre y ha comenzado a llorar, la
señora se ha acercado y le ha acariciado la cabeza diciéndole que ya le
comprará un nuevo juguete. Me da envidia. Añoro aquellos tiempos en los que la
felicidad era tan fácil de conseguir que con un simple regalo bastaba para
hacer sonreír a una persona. Los
cristales comienzan a empañarse y el cielo a tornarse cada vez más gris, pero a
mí no me importa porque ya he dejado de ver. Hoy me he levantado temprano con
ganas de hacer algo con mi vida, no encuentro sentido a mi existencia. Por la
noche he soñado contigo, al principio no sabía muy bien dónde estaba ni quién
eras, pero poco a poco el sueño se fue haciendo cada vez más claro hasta que te
pude reconocer. Estábamos en aquel pequeño local de conciertos que tanto te
gustaba, tú estabas al fondo. Me observabas fijamente sin apartar ni un momento
la mirada y yo salía al escenario sólo para cantarte a ti. Al comienzo todo iba
bien, la música sonaba suave y melodiosa, la gente cantaba a coro la letra
mientras yo cerraba los ojos y pensaba que en aquel lugar, las únicas personas
que habían éramos tú y yo. Pero cuando
abrí los ojos y salí del escenario para hablar contigo, aparecía más gente que
no me dejaba continuar y justo cuando llegaba a ti, ya no estabas.
Adiós
Esas fueron tus últimas palabras antes de desaparecer del local y de
mi vida para siempre. Últimamente casi no duermo y estoy faltando a muchas
clases en la universidad. Nuestros amigos han dejado de llamarme, Pablo, se ha
olvidado de mí. Hace frío. Dentro de poco será diciembre, pero aún así desde
entonces mi cuerpo se ha debilitado hasta tal punto que siento escalofríos
continuamente. No sé si me estoy muriendo. Ayer intenté salir de casa por
enésima vez, pero nunca consigo avanzar del recibidor. Me pongo la blusa, los
pantalones negros, la gabardina gris, mis botas de cuero negras y el
pintalabios rojo, pero cuando ya estoy llegando a la salida me empieza faltar
la respiración y necesito tumbarme y encogerme para pensar que no me moriré
allí. A veces creo que sería lo mejor. El mundo se desvanece por momentos y
tengo que abrazarme fuertemente para darme cuenta de que todavía estoy viva.
Cuando los ojos se me nublan me siento sola, pero más sola que nunca. No hay
nadie, grito hasta que me duele la
garganta para que alguien me escuche. Esa vez pensé que aquello nunca
terminaría y el sufrimiento seguiría hasta que exhalara mi último aliento allí,
pero no fue así. El dolor y la asfixia se prologaron una media hora, mas al
cabo de ese tiempo volví a tomar consciencia poco a poco de mi cuerpo y comencé
a notar cómo el calor volvía a mi semblante sudoroso y frío; aunque
rígidamente, podía volver a articular las extremidades. Desde ayer no lo he
vuelto a intentar por miedo a que me ocurra lo mismo de siempre, pero podría
decirse que ya me estoy acostumbrando a la situación, al dolor y a la angustia
que sufro en ese infierno.
Ahora mismo estoy al lado de la ventana tocando la guitarra acústica y
cantando. Estoy triste. Mi voz ha cambiado, se ha desvanecido despacio, muy
despacio, por todo lo que ha pasado.
Cada vez parece que estoy más afónica y
por mucho que intento tocar temas alegres lo único que me salen son canciones
en la tonalidad de Mi menor. Rasgo las cuerdas con cuidado, con tristeza, con
miedo a romperlas. Mis sentimientos van cambiando hasta llegar un momento en el
que necesito gritar, chillar y no poder hablar nunca más, así que comienzo, toco
más y más fuerte. Subo y bajo los trastes con furia, punteo hasta que me duelen
los dedos e intento soltar todo lo que hay en mi interior hasta quedarme vacía.
Sigue lloviendo con más intensidad que antes y a la vez que yo comienzo a bajar
el ritmo desenfrenado de la canción, la lluvia empieza a amainar hasta volver a
lloviznar como antes. He dejado la guitarra apoyada en mi cama y me he tumbado en
el suelo a llorar. Tengo los ojos completamente rojos y dos gotas resbalan
rápidamente por mi rostro hasta caer en mis rodillas. Oye, Lena. ¿Te acuerdas
de cuando íbamos al instituto? Yo sí, guardo esos días celosamente en mi
corazón como tesoros. He roto nuestra promesa de no llorar nunca solas, de
siempre ayudarnos la una a la otra. Realmente yo no he sido la primera en
romperla, fuiste tú cuando me abandonaste en aquel océano de desolación. Cada
día, pido volver a esos días en los que
nuestros únicos problemas eran qué ropa ponernos, a qué chico le gustaríamos,
qué notas sacaríamos... En aquel entonces no podía darme cuenta de qué papel
jugabas tú en mi vida porque nunca te habías marchado, pero ya se dice que uno
no aprecia lo que verdaderamente tiene hasta que lo pierde. Yo te perdí y
entonces me di cuenta de cuán importante eras para mí. Tengo 21 años y una vida
por delante, pero aún así no me apetece vivirla. Me siento vieja, he vivido
demasiado en muy poco tiempo. No puedo más. Pablo me volvió a llamar hace unos
días, pero yo no fui capaz de contestarle. No es que ya no le quiera, lo que
siento por él no ha cambiado en absoluto desde entonces, pero no me siento
suficiente para él. Yo ya no soy quién era y a veces es mejor olvidar que
sufrir porque el tiempo cura todas las heridas, incluso las más profundas.
Normalmente evito pasar por delante de tu habitación, la he dejado tal
y como estaba la última vez que la recogiste. Está llena de recuerdos tuyos y
míos, de recuerdos buenos y malos, y sobretodo de tu perfume. Puede que ya no
estés, pero para mí allí sigue oliendo a ese olor floral e intenso que tanto te
gustaba echarte. En aquella habitación aunque sea sólo para mí, sigues
existiendo. De vez en cuando entro y cojo aquellos álbumes de los que tú y yo
tanto nos reíamos, pero ahora los miro y en vez de reír me entras ganas de
llorar. Qué ironía, ¿no crees? Todavía hoy me pregunto por qué, por qué lo
hiciste aún teniendo a todos tus amigos y familia apoyándote. En este mundo hay
personas que nacen para tener fama, otras para tener dinero, pero tú naciste
para dar amor. Siempre fuiste muy
querida por todos y no había lugar al que fueras en el que no te conocieran.
Tus amigos te apreciaban de verdad y tu familia siempre te había querido y
comprendido, ¿cómo se puede truncar así el destino? Yo creo que la culpa fue
mía desde un comienzo, debía de haberte escuchado cuando empezaste hablar sobre
él y de lo que estabais haciendo. En aquel entonces yo estaba muy ocupada en
los exámenes finales y en mi relación con Pablo, así que lo que me decías no
llegaba a importar para mí, si a ti te parecía bien es que era conveniente. No
hay un día que no me arrepienta de lo que hice, no hay un día que no llore de
culpabilidad por lo que pasó. Todavía recuerdo cuando llegaste llorando a casa y
tiritando de miedo. Te agarraste a mí desesperada y empezaste a sollozar
pidiendo ayuda de tal forma que creo que ese día algo se rompió en mi interior.
Te había dejado aquel chico, te habían despedido del trabajo y te habías
quedado embarazada. Cuando me enteré creo que el mundo en que vivía se
derrumbó. Escucha, Lena, yo creo que todavía éramos demasiado jóvenes para todo
aquello, nos quedaba grande. Hasta entonces habíamos llevado una vida cómoda en
un piso compartido, yo estudiando y tú trabajando y por las noches nos
divertíamos con nuestros amigos sin pensar lo que podría llegar a pasar. Cuando
te dicen que estás embarazada puede ser la mayor alegría de tu vida, pero tú te
deprimiste de tal manera que dejaste de ser Lena. Yo creo que el pánico que me
entró me hizo no poder ayudarte y darme cuenta de lo que realmente pasaba,
cerré los ojos, tapé los oídos para no escuchar tu tristeza. Fue mi culpa.
Nunca olvidaré aquel día de verano en el que caía una fuerte tormenta, yo
llegué a casa ya muy entrada la noche y te encontré mirando por la ventana
fijamente y con la mirada perdida. Te giraste y con apenas un susurró dijiste:
-Me quiero morir
Yo a veces pienso lo mismo, pero nunca seré capaz de llegar a hacer lo
que tú hiciste. A pesar de todo amo demasiado la vida para perderla en un
suspiro. Cuando te escuché decir eso se me cayeron los vasos de cristal que
había comprado al suelo. Me dio igual pisarlos porque en aquel momento sentí de
repente tu dolor, tu angustia, tu desesperación. Sentí todo y se me clavó tan
hondo en el pecho que ya no me dolía pisar los cristales, tu dolor era
demasiado grande. Aunque en lo más profundo de mi alma sé que tú no me odiaste
por no estar constantemente a tu lado, sé que sufriste y que ante aquella
soledad de que tus seres queridos te hubiesen dado la espalda, la única
solución que encontraste fue desaparecer. ¿Sabes, Lena? Todos los días derramo
lágrimas por ti, porque tú para mí eras mi hermana y las hermanas nunca deben olvidarse.
Dejaste una profunda huella en mí y sé que no te gustaría ver que estoy
haciendo ahora con mi vida, ver en lo que me he convertido. Rezaré por ti y te
recordaré, pero sé que no me puedo anclar más en el pasado porque esto, es un
recuerdo y tú estás muerta.
Alice
A partir de hoy dejaré aquí unas pequeñas historias que hice sobre una niña llamada Alice. Siento que quizás estén algo descuidadas porque son del verano pasado, aún así espero que os gusten y las disfrutéis.
Cuando Alice cumplió finalmente los 5 años ya era
capaz de hablar correctamente y escribir su nombre y apellidos. La maestra
siempre la elogiaba por su pulcra caligrafía y lo bien que dibujaba los gatos.
¡Qué gatos más bonitos!, le decía la profesora. Un día mientras dibujaba con
letras muy grades su nombre, Alice Wonder, se le ocurrió algo que nunca había
pensado. ¿Y si existían más niñas que se llamaran Alice? Aquella idea la dejó
paralizada de terror, ella ya no era única, era igual que la desconocida que
vivía a kilómetros de distancia. Entonces, ¿quién era ella realmente?
ALICE
Me hierve la sangre, me chirrían los dientes, me tiembla el pulso. ¡NOS ESTAMOS HUNDIENDO! ¿Qué estáis haciendo? ¡Depertad ya! ¿No lo veis? Todo lo que hemos construido, por todo lo que hemos trabajado, por todo lo que nos hemos sacrificado...¡se cae!, ¡se rompe! ¡Abrid los ojos! ¿Por qué no dejáis las mentiras de lado y descendéis de vuestros tronos para ver el mundo en el que vivimos los mortales de a pie? Por un momento olvidaros de vuestros discursos, de a quién pertenecéis, de vuestras actuaciones y observad en qué nos hemos convertido. Nosotros trabajamos, nosotros acatamos las órdenes, nosotros somos las hormigas trabajadoras, ¿se puede saber por qué no hay una reina en condiciones?¿POR QUÉ?
Nosotros no tenemos la culpa y ahora diréis:
-Todo irá bien, a mediados del año que viene todo mejorará.
JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA, MENTIRAS
Dejad de mentir y asomad vuestras ilustres cabezas. Observad el mundo en que el vivís, aprenderéis mucho.
Nosotros no tenemos la culpa y ahora diréis:
-Todo irá bien, a mediados del año que viene todo mejorará.
JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA, MENTIRAS
Dejad de mentir y asomad vuestras ilustres cabezas. Observad el mundo en que el vivís, aprenderéis mucho.
Tiempo al tiempo, agua al fuego,
puntos a las heridas.
MENTIRA
Ni el fuego se apaga,
ni las heridas se curan.
Siempre quedarán cenizas,
siempre quedarán cicatrices.
Plumas negras entre mariposas blancas
Suspiros de olvido en una copa de alcohol
Corazón de plata oxidado por recuerdos
Labios carmesí
Sueños azules
Lágrimas negras
Besos morados
Tú
puntos a las heridas.
MENTIRA
Ni el fuego se apaga,
ni las heridas se curan.
Siempre quedarán cenizas,
siempre quedarán cicatrices.
Plumas negras entre mariposas blancas
Suspiros de olvido en una copa de alcohol
Corazón de plata oxidado por recuerdos
Labios carmesí
Sueños azules
Lágrimas negras
Besos morados
Tú
La cama está fría cuando tú no estás, pero no importa.Ya no tengo sueño
Y al final...
de nosotros sólo quedarán palabras.
Sólo quiero sentarme y dejar la mente en blanco. Es verano
Mil pelotas para un gigante soñador
Colaboración especial de Ricardo Antúnez con la aportación del título: "Mil pelotas para un gigante soñador"
Y si pido un deseo...¿se cumplirá?¿Y si hago mil grullas me escucharán?¿Y si fuese un gigante me respetarían? El suelo aquí está húmedo, mi pequeño rincón encharcado, pero no me me importa; soy pequeño, nadie me ve. Nací esclavo entre polvo y harapos. Soy nadie, lo fui y lo seré, aún así buscaré mil estrellas, mil lunas y mil soles como pelotas porque me convertiré en gigante. Veré el mundo desde lo alto.
Melancolía
Melancolía, extraño amigo oculto entre recónditos pliegues.
Melancolía, delicado amante de largas pestañas y triste mirada.
Melancolía, conocido familiar de débil figura e inseguro porte.
Melancolía te llaman.
Melancolía entre pétalos y perfume.
Melancolía, hoy y mañana.
Melancolía azul y gris.
Melancolía, aquí y ahora.
Melancolía.
Melancolía, delicado amante de largas pestañas y triste mirada.
Melancolía, conocido familiar de débil figura e inseguro porte.
Melancolía te llaman.
Melancolía entre pétalos y perfume.
Melancolía, hoy y mañana.
Melancolía azul y gris.
Melancolía, aquí y ahora.
Melancolía.
Wake up
Escucharla junto a la canción
Cuando sus labios se movieron mi mundo se paró.
-Hemos roto
Frío, hace frío. ¿Qué dices? No te puedo escuchar, ¿por qué sólo te veo mover los labios? Las personas ya no caminan, todo es gris, ¿qué ocurre? Espera, ¡no te vayas! No me dejes sola, tengo miedo, es de noche, llueve...no te vayas, por favor...no lo hagas.
Como aquel martes tan lejano desapareciste despacio obligándome a seguirte con la mirada, pero esta vez para no volver nunca más. Cada paso que dabas era más irreal, cada piedra que pisabas por el camino era una pequeña parte de mi corazón, cada metro que te alejabas era cada metro que me hundía en el abismo con una escalofriante lentitud. ¡PARA YA! Duele mucho, demasiado...
No sé cuanto tiempo pasó mientras yo estaba allí de pie, él ya se había ido, pero yo continuaba sin moverme. ¿De verdad estaba pasando esto? No me sentía dueña de mi cuerpo, mi mente no estaba ya allí. Las imágenes pasaban rápido por mi ojos sin darme tiempo a reaccionar. Como una segunda tortura me repetían todas y cada una de las cosas que habíamos vivido, pero sobretodo me mostraban su rostro hasta que por fin terminaron cuando él dijo "te quiero". De repente todo se cubrió con un velo negro y volví a ver todo a través de mis ojos. Me fallaron las piernas y me arrodillé. Estaba empapada, el maquillaje se me había corrido complétamente y todo mi cuerpo estaba rígido y frío. Agaché la cabeza y noté como de mis ojos comenzaban a caer lágrimas sin control, sin dejarme tan siquiera pararlas. Se había acabado. Cerré las manos con frustración y furia, me mordí los labios para contener los sollozos y cerré los ojos fuertemente. En aquella noche de lluvia una voz resonó en mi cabeza.
LEVÁNTATE
Cuando sus labios se movieron mi mundo se paró.
-Hemos roto
Frío, hace frío. ¿Qué dices? No te puedo escuchar, ¿por qué sólo te veo mover los labios? Las personas ya no caminan, todo es gris, ¿qué ocurre? Espera, ¡no te vayas! No me dejes sola, tengo miedo, es de noche, llueve...no te vayas, por favor...no lo hagas.
Como aquel martes tan lejano desapareciste despacio obligándome a seguirte con la mirada, pero esta vez para no volver nunca más. Cada paso que dabas era más irreal, cada piedra que pisabas por el camino era una pequeña parte de mi corazón, cada metro que te alejabas era cada metro que me hundía en el abismo con una escalofriante lentitud. ¡PARA YA! Duele mucho, demasiado...
No sé cuanto tiempo pasó mientras yo estaba allí de pie, él ya se había ido, pero yo continuaba sin moverme. ¿De verdad estaba pasando esto? No me sentía dueña de mi cuerpo, mi mente no estaba ya allí. Las imágenes pasaban rápido por mi ojos sin darme tiempo a reaccionar. Como una segunda tortura me repetían todas y cada una de las cosas que habíamos vivido, pero sobretodo me mostraban su rostro hasta que por fin terminaron cuando él dijo "te quiero". De repente todo se cubrió con un velo negro y volví a ver todo a través de mis ojos. Me fallaron las piernas y me arrodillé. Estaba empapada, el maquillaje se me había corrido complétamente y todo mi cuerpo estaba rígido y frío. Agaché la cabeza y noté como de mis ojos comenzaban a caer lágrimas sin control, sin dejarme tan siquiera pararlas. Se había acabado. Cerré las manos con frustración y furia, me mordí los labios para contener los sollozos y cerré los ojos fuertemente. En aquella noche de lluvia una voz resonó en mi cabeza.
LEVÁNTATE
La voz era dura y firme, pero a la vez dulce y tierna. Me intentaba ayudar, me estaba diciendo lo que tenía que hacer. Cualquier otro día no hubiese creído lo que estaba escuchando, aún así en ese momento la creí y con una fuerza desconocida me puse de pie.
DESPIERTA
Abrí los ojos de par en par y miré a la luna. ¿Y qué? ¿Qué pasaba por qué me hubiese dejado? Yo estaba allí y seguía siendo en mi interior aquella persona fuerte. ¿Qué hacía llorando? ¡Ya basta! Me sequé las lágrimas y estiré los brazos acercándolos al cielo para después bajarlos con un golpe seco. Soy una mujer, puedo con esto y mucho más. Apunté la vista hacia el horizonte y con una mirada segura me dije a mí misma que no le dejaría verme llorar. Bajo la lluvia lo juré y grité:
HE VUELTO
Mi madre me dijo que nací un día de verano entre brisas con olor a mar y rayos de sol. Mi madre me mintió. Yo soy hija del invierno.
Thanks to everyone who has been reading this blog since the beggining. I hope you have enjoyed the stories so please keep on reading them. I love writing and I think is wonderful to can share this with you. I would be glad reading your opinions.
Muchas gracias a todo el mundo que lee este blog, creo que es importante agradecerlo de vez en cuando porque si no fuese por vosotros mis ganas de seguir escribiendo se irían. Espero que os hayan gustado las historias y sigais leyéndolas. En verano espero poder escribir bastante más y mejorarlas ya que los exámenes me quitan mucho tiempo y sólo puedo escribir en pequeños huecos de mi tiempo libre. De verdad, muchísimas gracias y si quereis comentar no lo dudeis. Siempre es bueno escuchar opiniones.
Marina.
Muchas gracias a todo el mundo que lee este blog, creo que es importante agradecerlo de vez en cuando porque si no fuese por vosotros mis ganas de seguir escribiendo se irían. Espero que os hayan gustado las historias y sigais leyéndolas. En verano espero poder escribir bastante más y mejorarlas ya que los exámenes me quitan mucho tiempo y sólo puedo escribir en pequeños huecos de mi tiempo libre. De verdad, muchísimas gracias y si quereis comentar no lo dudeis. Siempre es bueno escuchar opiniones.
Marina.
Er liebt mich, er liebt mich nicht, er liebt mich, er liebt mich nicht...the game has started.
Ain't no Sunshine when you're gone
Because you know, when you are gone I feel alone. My heart is broken but you can go away, I don't mind. I have ever known that you have never feel the same as I. I should think of you like a dream because is the truth, you have been always a dream. Just a dream. I won't never reach you.
+Can I ask you just one more question?
-Yes, of course.
+What do you think about me?
-I think you are beautiful
-Yes, of course.
+What do you think about me?
-I think you are beautiful
Y allí quedó
En aquel parque en el que vivimos nuestra infancia,
ya sólo quedan viejos árboles y recuerdos.
En aquel parque en el que conocimos la amistad,
ya sólo perduran nuestros nombres grabados,
ahora sí, para siempre en la madera.
Si alguna vez existió un segundo hogar,
no cabe duda que se encuentra allí.
Enterrado entre problemas y felicidades,
oculto entre nuevos acontecimientos
perviven los columpios ya vacíos
de los sueños de los niños de antaño.
El caballito ya no chirría.
La fuente ya no está estropeada.
Los árboles ya no juegan al escondite.
Los setos ya no preparan cocinitas.
Los niños ya no son niños.
En aquel parque en el que vivimos nuestra infancia,
ya sólo quedan viejos árboles y recuerdos.
Hemos crecido y abandonado los juegos de niños,
ya no somos quienes éramos entonces,
nuestros ojos ya no miran lo que veíamos.
Hemos cambiado.
Caminamos hacia un futuro lejano,
caminamos hacia un futuro incierto y,
ni siquiera hemos echado la vista atrás
ya que aquellos tiempos ya han pasado.
No recordamos
No queremos recordar.
Porque en aquel parque rodeado de árboles
se quedó nuestra infancia.
Fin
Se hizo el silencio, las flores se marchitaron y el Shinigami murió.
La Muerte ha muerto, dijeron. ¿Cómo es eso posible? Es imposible matar a quién mata, es imposible oscurecer a la Oscuridad.
Existe una forma, respondió alguien.
¿Cuál?
Enamorándose.
La Muerte ha muerto, dijeron. ¿Cómo es eso posible? Es imposible matar a quién mata, es imposible oscurecer a la Oscuridad.
Existe una forma, respondió alguien.
¿Cuál?
Enamorándose.
Nací Estrella, morí Luna, renací Sol.
Sara
PARTE 1
Era el último día de verano. El cielo anaranjado se comenzaba a tornar violeta mientras el sol se sumergía en el mar. Una suaves olas batían contra el acantilado empujadas por las primeras brisas otoñales y yo me bañaba despreocupada como mi despedida al verano. Sara buceaba bajo mis pies intentando hundirme y yo me reía sin parar de sus pobres intentos. Tras media hora de chapoteos y zambullidas decidimos salir del agua. A nuestro alrededor quedaban unas pocas parejas y una familia con sus hijos. Sara los miraba con ternura sin que ellos se llegasen a dar cuenta de que estaban siendo observados. Compramos unos helados en el puesto más cercano y nos sentamos en una pequeña colina desde la cual se podía ver el paradisiaco paisaje. Mientras los tomábamos hablamos de temas sin importancia entre carcajadas y bromas.
-¿Qué tal llevas Magisterio?
-Bastante bien, me encantan los niños así que quiero acabar lo antes posible la carrera y poder trabajar como profesora. Cuando sea más mayor espero poder tener hijos.
-Los tendrás, mujer. Eso no lo dudes.
Después de esa charla recogimos nuestras cosas y volvimos a casa en bus. Sara desde pequeña había sido una niña muy alegre y dulce, lo que más le gustaba era sonreír y que los demás estuviesen siempre contentos. Sus pequeños ojos verdes y sus pecas alrededor de la nariz le daban un aspecto de niña pícara y risueña. Con mucho esmero se había dejado crecer su típico pelo rubio corto hasta la cintura, por lo que ahora sonreía feliz con su larga trenza. El autobús paraba antes en mi casa que en la suya así que le di un abrazo y me despedí de ella antes de bajar. Sara me respondió con un beso en la mejilla y una amplia sonrisa.
-Mañana no creo que podamos quedar, tengo que ir al médico. Nos vemos el lunes.
Le respondí con un sí moviendo la cabeza y la saludé desde fuera del bus antes de que este arrancara. Caminé cinco minutos hasta mi casa y después de bañarme y ponerme el pijama, pasé el resto del día viendo la televisión. A las 12 me metí en cama, pero primero le mandé un mensaje a Sara felicitándole el cumpleaños. Nuestra vida no estaba tan mal después de todo...
Eso creía yo en ese entonces, ¡qué ilusa! Aquel fue el último día que vi a la Sara que yo conocía, sus vivaces ojos desaparecieron con el verano. Se sumergieron como el sol en el mar y no volvieron a salir nunca más a la superficie. La llamé durante toda la semana, nadie me cogió al teléfono. Me acerqué varios días hasta su casa esperando a que saliese de su piso, pero no vi ni por un momento una cabellera rubia asomar por la puerta. Sara no dio señales de vida hasta finales de aquel mes.
Quedamos un martes en el que el cielo intentaba recobrar su aspecto anterior. Unos tímidos rayos asomaban de entren las nubes haciendo que aquella tarde se pareciese a la última que habíamos compartido Sara y yo entre risas y bromas. Todo parecía igual, sólo existía una cosa que había cambiado: el tiempo. De detrás de unos altos árboles apareció Sara tras un mes sin saber noticias de ella. Al principio me alegré mucho de volver a verla y pensé que todo volvería a ir bien. La vida no es así. Cuando se acercó pude comprobar los estragos que había causado el problema por el cual se había ausentado, eran más graves de lo que yo creía. Su cara parecía mucho más escuálida, sus sonrojadas mejillas habían desaparecido formando ahora dos grandes hendiduras a los dos lados y sus ojos habían perdido totalmente aquel brillo temerario y vivaz. La ropa que hasta entonces le había quedado perfecta, ahora le caía debido a lo mucho que había adelgazado. Su alma se estaba muriendo.
-Sara, yo...-no supe qué decir en ese momento-¿qué te ha pasado?
Miró hacia el infinito perdida en sus propios pensamientos y después fijó su mirada en mí.
-¿Te acuerdas cuando te dije que quería tener hijos, ser profesora y cuidar de los niños?-esbozó una sonrisa cansada- Qué feliz era en aquel entonces, ojalá pudiese volver atrás.
-Pero, ¿por qué? Seguro que lo conseguirás, yo estaré aquí para apoyarte siempre, no lo dudes. Sé que te pasa algo, pero si de verdad necesitas ayuda te escucharé y ya verás como conseguimos arreglarlo-le dije con voz esperanzadora.
-Qué inocente sigues siendo, Chris. Gracias, pero ya es demasiado tarde no puedes hacer nada por mí-cerró los ojos
-¿Por qué?-pregunté
Dos lágrimas cayeron de sus ojos mientras pronunciaba aquellas palabras:
-Tengo cáncer
Era el último día de verano. El cielo anaranjado se comenzaba a tornar violeta mientras el sol se sumergía en el mar. Una suaves olas batían contra el acantilado empujadas por las primeras brisas otoñales y yo me bañaba despreocupada como mi despedida al verano. Sara buceaba bajo mis pies intentando hundirme y yo me reía sin parar de sus pobres intentos. Tras media hora de chapoteos y zambullidas decidimos salir del agua. A nuestro alrededor quedaban unas pocas parejas y una familia con sus hijos. Sara los miraba con ternura sin que ellos se llegasen a dar cuenta de que estaban siendo observados. Compramos unos helados en el puesto más cercano y nos sentamos en una pequeña colina desde la cual se podía ver el paradisiaco paisaje. Mientras los tomábamos hablamos de temas sin importancia entre carcajadas y bromas.
-¿Qué tal llevas Magisterio?
-Bastante bien, me encantan los niños así que quiero acabar lo antes posible la carrera y poder trabajar como profesora. Cuando sea más mayor espero poder tener hijos.
-Los tendrás, mujer. Eso no lo dudes.
Después de esa charla recogimos nuestras cosas y volvimos a casa en bus. Sara desde pequeña había sido una niña muy alegre y dulce, lo que más le gustaba era sonreír y que los demás estuviesen siempre contentos. Sus pequeños ojos verdes y sus pecas alrededor de la nariz le daban un aspecto de niña pícara y risueña. Con mucho esmero se había dejado crecer su típico pelo rubio corto hasta la cintura, por lo que ahora sonreía feliz con su larga trenza. El autobús paraba antes en mi casa que en la suya así que le di un abrazo y me despedí de ella antes de bajar. Sara me respondió con un beso en la mejilla y una amplia sonrisa.
-Mañana no creo que podamos quedar, tengo que ir al médico. Nos vemos el lunes.
Le respondí con un sí moviendo la cabeza y la saludé desde fuera del bus antes de que este arrancara. Caminé cinco minutos hasta mi casa y después de bañarme y ponerme el pijama, pasé el resto del día viendo la televisión. A las 12 me metí en cama, pero primero le mandé un mensaje a Sara felicitándole el cumpleaños. Nuestra vida no estaba tan mal después de todo...
Eso creía yo en ese entonces, ¡qué ilusa! Aquel fue el último día que vi a la Sara que yo conocía, sus vivaces ojos desaparecieron con el verano. Se sumergieron como el sol en el mar y no volvieron a salir nunca más a la superficie. La llamé durante toda la semana, nadie me cogió al teléfono. Me acerqué varios días hasta su casa esperando a que saliese de su piso, pero no vi ni por un momento una cabellera rubia asomar por la puerta. Sara no dio señales de vida hasta finales de aquel mes.
Quedamos un martes en el que el cielo intentaba recobrar su aspecto anterior. Unos tímidos rayos asomaban de entren las nubes haciendo que aquella tarde se pareciese a la última que habíamos compartido Sara y yo entre risas y bromas. Todo parecía igual, sólo existía una cosa que había cambiado: el tiempo. De detrás de unos altos árboles apareció Sara tras un mes sin saber noticias de ella. Al principio me alegré mucho de volver a verla y pensé que todo volvería a ir bien. La vida no es así. Cuando se acercó pude comprobar los estragos que había causado el problema por el cual se había ausentado, eran más graves de lo que yo creía. Su cara parecía mucho más escuálida, sus sonrojadas mejillas habían desaparecido formando ahora dos grandes hendiduras a los dos lados y sus ojos habían perdido totalmente aquel brillo temerario y vivaz. La ropa que hasta entonces le había quedado perfecta, ahora le caía debido a lo mucho que había adelgazado. Su alma se estaba muriendo.
-Sara, yo...-no supe qué decir en ese momento-¿qué te ha pasado?
Miró hacia el infinito perdida en sus propios pensamientos y después fijó su mirada en mí.
-¿Te acuerdas cuando te dije que quería tener hijos, ser profesora y cuidar de los niños?-esbozó una sonrisa cansada- Qué feliz era en aquel entonces, ojalá pudiese volver atrás.
-Pero, ¿por qué? Seguro que lo conseguirás, yo estaré aquí para apoyarte siempre, no lo dudes. Sé que te pasa algo, pero si de verdad necesitas ayuda te escucharé y ya verás como conseguimos arreglarlo-le dije con voz esperanzadora.
-Qué inocente sigues siendo, Chris. Gracias, pero ya es demasiado tarde no puedes hacer nada por mí-cerró los ojos
-¿Por qué?-pregunté
Dos lágrimas cayeron de sus ojos mientras pronunciaba aquellas palabras:
-Tengo cáncer
Desapareciste un día cualquiera llévandote todas las palabras y dejando atrás una hoja en blanco en la cual todavía no sé qué escribir.
La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas.
M
Soy una persona sin rumbo aparente que deja que la olas empujen su
barco hacia nuevas aventuras, que deja que la brisa le acaricie el
rostro sin preocuparle que pueda venir después. Soy una persona que
no cree mucho en el amor, que le gusta pintarse las uñas de rojo,
llevar sus pitillos azules y maquillarse los ojos de negro. Soy una persona
que simplemente dice lo que piensa, que no cree en cuentos de color
rosa, que vive la vida a su manera... Soy esa clase de persona.
Flor
En las frías noches de invierno, mientras todo el mundo duerme en sus cómodas casas, Sisa camina a través de las calles. Las luces están apagadas y no se escuchan ruidos, sólo el rugir de algunos motores a lo lejos. Mira a ambos lados de la calzada y abre el contenedor dispuesta a revolver entre la basura. Es hora de buscar algo para sobrevivir.
Adiós
Corrió con todas sus fuerzas, ya veía el corredor a lo lejos. Un esfuerzo más se dijo. Con gran determinación puso toda la energía que le quedaba en ese breve tramo. 10 metros más, el corazón le latía muy rápido en el pecho y su respiración agitada no le permitía casi avanzar. Las piernas le fallaron, tropezó y cayó estrepitosamente al suelo. Alargó su mano intentando tocar lo inalcanzable para luego cerrarla a pesar de saber que había agarrado sólo aire. La mirada se le nubló y las lágrimas comenzaron a resbalar por su rostro hasta llegar al suelo.
Por favor, que alguien me ayude.
La gente continuó pasando sin inmutarse, el tiempo no se paró en el aeropuerto para las personas. Ajetreadas pasaban de un lado a otro, solamente se limitaban a esquivarla. Cansada se levantó del suelo y recorrió a tumbos el camino hasta las cristaleras. Ya era tarde. El avión despegó con su último pestañeo llevándose así sus sueños y su corazón. Ni siquiera se pudo despedir de él.
Por favor, que alguien me ayude.
La gente continuó pasando sin inmutarse, el tiempo no se paró en el aeropuerto para las personas. Ajetreadas pasaban de un lado a otro, solamente se limitaban a esquivarla. Cansada se levantó del suelo y recorrió a tumbos el camino hasta las cristaleras. Ya era tarde. El avión despegó con su último pestañeo llevándose así sus sueños y su corazón. Ni siquiera se pudo despedir de él.
Königin
He nacido reina. En mi palacio el suelo es un tablero, las paredes cartas y mis súbditos piezas de ajedrez. Me gusta que me traigan mis delicados zapatos de cristal negro, que me abrochen mi intrincado vestido de plumas rojo, que me peinen y me recojan el pelo con extravagantes piedras preciosas, pero sobretodo adoro esos labios cerca de mi oreja susurrándome halagos entre frívolas palabras.
En mi reino poseo las vidas de todos y cada uno de mis sirvientes, puedo jugar como quiera con ellas: mover un paso al peón, hacer una L con el caballo, deslizar en diagonal al alfil, hacer desaparecer una torre en el campo de batalla...cualquier cosa es posible. Son sólo juguetes con unos movimientos limitados, yo en cambio tengo la capacidad de transladarme a dónde quiera sin mayor dilación, nadie me gobierna. ¿El rey? Como ya he dicho he nacido reina, así que en este castillo no cabe lugar para otro monarca. Los placeres y lujos de esta clase de vida únicamente me pertenecen a mí, la Reina. Está prohibido amar lo amado y tracionar lo cercano. Sólo está permitido quererse a sí mismo y darle más importancia a la opinión propia que a la del resto. Narcisismo. Aquí reina el odio, la amargura y la tristeza. Bienvenido a mi mundo, yo he nacido su reina.
En mi reino poseo las vidas de todos y cada uno de mis sirvientes, puedo jugar como quiera con ellas: mover un paso al peón, hacer una L con el caballo, deslizar en diagonal al alfil, hacer desaparecer una torre en el campo de batalla...cualquier cosa es posible. Son sólo juguetes con unos movimientos limitados, yo en cambio tengo la capacidad de transladarme a dónde quiera sin mayor dilación, nadie me gobierna. ¿El rey? Como ya he dicho he nacido reina, así que en este castillo no cabe lugar para otro monarca. Los placeres y lujos de esta clase de vida únicamente me pertenecen a mí, la Reina. Está prohibido amar lo amado y tracionar lo cercano. Sólo está permitido quererse a sí mismo y darle más importancia a la opinión propia que a la del resto. Narcisismo. Aquí reina el odio, la amargura y la tristeza. Bienvenido a mi mundo, yo he nacido su reina.
Hurt
Celia, no me esperes por favor. No te sientes en esa silla vieja y carcomida mirando el reloj porque sabes que no apareceré por la puerta. No me busques ni me llames, no recuerdes mi rostro ni mi voz, todas mis palabras fueron mentiras. Odio tus bizcochos, tus corazones dibujados con nata, odio todas y cada una de las sonrisas que me dedicas. Es otoño y los amores de verano son tan sólo de verano, pasajeros... Hice mal, lo sé y nunca me lo perdonaré; lo nuestro, ese tú y yo debería de haber quedado tras aquella playa de arenas blancas. Jamás debió de avanzar de ahí. Lo siento, no te voy a pedir que me perdones, pero sí que no continúes de pié aguardando a alguien que no volverá. Te haré daño tarde o temprano, no estoy hecho para ti querida Celia. Sabes que a pesar de que llores en mi camisa, que me supliques que vuelva, no volveré porque antepongo mi felicidad a la tuya. Nunca me podrás retener, aún así espero que consigas todo, que seas feliz y te olvides de mí. Te defraudaré de todos modos. En lo que me he convertido no debe ser visto por ti, dulce amiga, tengo que continuar mi vida y encontrar mi camino. Te ayudaré, desapareceré de tu mente para siempre como una brisa de aire otoñal. No me busques, empezaré de nuevo a miles de kilómetros de ti. Te haré daño.
Los dedos ágiles, sinuosos de deslizan,
puntean con cuidado, con ternura las cuerdas.
La melodía baja, sube, respira.
Quiero cantar, reír, llorar
¿puedo?
Bailo bajo la lluvia entre margaritas mojadas,
mis pies descalzos acarician el campo.
Lo tocan, lo palpan, lo sienten,
disfrutan de su tacto.
El frío viento sopla entre los árboles,
los mece hasta que se queden dormidos,
hasta que sus hojas se agiten cansadas,
hasta que se haga el silencio.
Susurro tu nombre entre suspiros,
acaricio tu pelo alborotado.
Te quiero.
Quiero tu voz,
tus ojos,
tus labios.
Quiero encontrarte bajo la lluvia,
cantar, reír, llorar,
¿puedo?
Es diciembre, los copos de nieve caen cubriendo las calles como un manto de lirios blancos. Hace frío. Suspiro de nuevo y me pongo la capucha, no quiero que nadie me vea. Me acerco a la barandilla y me subo a ella, parece que toco el cielo. Alargo mi mano y miro al horizonte, pronto habrá pasado ya un año desde que se fue. Duele. De un salto bajo y llego al suelo, camino dejando mis huellas al paso. Sonrío, las lágrimas resbalan por mis mejillas. Unos conocidos ojos marrones me observan. Ha vuelto.
Nana de lágrimas
Los arpegios entonaban una delicada nana,
la luna blanca derramaba lágrimas negras
Llueve
No saldré hoy de casa,
quiero llorar entre flores pintadas de tristeza
Llueve
Respirar humo contaminado por ti,
asfixiarme de recuerdos enterrados entre viejos cartones
Llueve
En la noche volaré hasta tu corazón,
Luna, no derrames más lágrimas negras,
Diva
La llamaban La Magnífica. Su voz de soprano semejaba a las de los ruiseñores y se decía que podía hacer gorgoritos incluso en las notas más agudas. Su presencia en los escenarios era inigualable, el público se arrodillaba a sus pies como hipnotizados por una extraña melodía. Su carisma dejaba embelesados a los hombres y su belleza era objeto de deseo y crítica. Lo tenía todo, pero tras aquellas tupidas pestañas y penetrante mirada se escondía una enorme tristeza. Se la vio por última vez en el gran concierto de Viena. Su voz se apagó a la mañana siguiente: la encontraron muerta en su dormitorio.
Cartas sin A
Bonjour, chérie. Te quiero, te espero, te recuerdo. Sigo en el viejo continente, en ese pueblo cubierto de dolor, de sufrimiento porque mi sol, mi luz, mi todo...¡tú!, Lis, tú te fuiste. Te querré siempre, incluso si me muero. Eres mi mundo, Lisbeth.
Te quiero ver
No me importa ni cuándo ni dónde, sólo sé que te quiero ver. ¿Por qué? Ni yo lo tengo claro, quizás eres tú, es tu forma de ser, tu voz. Puede que sean tus ojos o tu risa incomprensible. No lo sé ni lo entiendo, pero lo que sí sé es lo que quiero. Destacas entre la multitud para mí.
Concédeme un deseo
Estrella, tengo miedo. Espera, escúchame. No te vayas, todavía es muy pronto. Te lo ruego, espérame. ¿Me podrías conceder un deseo? Te he buscado en mares, en océanos, ríos y montañas, he gritado tu nombre al viento, he cantando al cielo, he escrito cartas a la luna, he escuchado a las flores y por fin te he encontrado. Por favor, sólo te pido una cosa así que no desaparezcas. Lleva estas palabras hasta su ventana a través de los pájaros: no me olvides. ¿Serás capaz de hacerlo?
No existe peor enfermedad
...que aquella llamada amor.A-M-O-R, cuatro sencillas y débiles palabras que juntas son tan fuertes como irrompibles. Como una vez escuché, el amor es el motor de la vida, de eso estoy segura. Pero...¿qué pasa cuando se estropea? Vivir con el mecanismo principal averiado no es agradable. Tampoco lo es empezar la mañana con una sonrisa en la cara y volver con los ojos llorosos, tener un corazón alegre e ilusionado y cuando lo vuelves a notar que esté hecho trizas. Querer es muy complicado. Duele, pero aún así puede llegar a merecer la pena.
Martes 13 de junio, 18:02 (Santander)
Es el mes de junio. En el ambiente se respira alegría, las ganas de verano. Una chica sale del instituto con una sonrisa en la cara. Continúa caminando dando saltos y silbando. Por fin ha acabado los exámenes, puede disfrutar de las vacaciones.
Estoy deseando llegar a casa y decirle a mi madre que me han salido genial los finales. A partir de hoy todo me empezará a ir bien.
La sonrisa de la chica se extinguió pronto. Lo único que pudo hacer fue abrir los ojos cuando vio venir el coche. La alegría desapareció con la sirena de la ambulancia.
Es el mes de junio. En el ambiente se respira alegría, las ganas de verano. Una chica sale del instituto con una sonrisa en la cara. Continúa caminando dando saltos y silbando. Por fin ha acabado los exámenes, puede disfrutar de las vacaciones.
Estoy deseando llegar a casa y decirle a mi madre que me han salido genial los finales. A partir de hoy todo me empezará a ir bien.
La sonrisa de la chica se extinguió pronto. Lo único que pudo hacer fue abrir los ojos cuando vio venir el coche. La alegría desapareció con la sirena de la ambulancia.
Tranquilidad
Tu voz suena como un suave ronroneo, una canción de cuna que me mece hasta quedarme dormida. Me gusta cuando pronuncias mi nombre, tu voz suena imperfectamente perfecta.
Recuerdos (prólogo)
¿Qué es este lugar?
He abierto los ojos y sólo veo negro. ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? Camino y cuento los pasos: uno, dos tres, cuatro, cincuenta, ciento uno, doscientos cuarenta y cinco... Da igual cuanto camine, sigo en el mismo punto. Poco a poco comienzo a vislumbrar sombras entre la oscuridad, difusas imágenes que aparecen a lo lejos. Me acercó despacio, con cuidado, ya no estoy sola en la penumbra, me encuentro en una gran habitación ante un enorme portón. Entorno la gigantesca puerta para asomar por un estrecho espacio la cabeza. Sólo veo ruinas. Finalmente la empujo con la intención de ver que es lo que realmente se esconde detrás de ella. Desesperación.
En la ciudad en ruinas está lloviendo, el cielo está rojo. Observo mis manos, están manchadas de sangre. Mi mente se tambalea confusa y perdida en aquel océano teñido de magenta. La civilización se ha derrumbado.
He abierto los ojos y sólo veo negro. ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? Camino y cuento los pasos: uno, dos tres, cuatro, cincuenta, ciento uno, doscientos cuarenta y cinco... Da igual cuanto camine, sigo en el mismo punto. Poco a poco comienzo a vislumbrar sombras entre la oscuridad, difusas imágenes que aparecen a lo lejos. Me acercó despacio, con cuidado, ya no estoy sola en la penumbra, me encuentro en una gran habitación ante un enorme portón. Entorno la gigantesca puerta para asomar por un estrecho espacio la cabeza. Sólo veo ruinas. Finalmente la empujo con la intención de ver que es lo que realmente se esconde detrás de ella. Desesperación.
En la ciudad en ruinas está lloviendo, el cielo está rojo. Observo mis manos, están manchadas de sangre. Mi mente se tambalea confusa y perdida en aquel océano teñido de magenta. La civilización se ha derrumbado.
Ríos rojos
El hombre sudaba. En sus ojos se podía apreciar el miedo y la desesperación. Qué encantador, mientras estuviese vivo sería mucho más divertido jugar con él. Se revolvía inquieto en la camilla como como un pez recién sacado del agua. Le apretó las correas. Su venganza había llegado. Comenzó con un pequeño corte en el brazo para luego continuar profundizando en la carne. Lamió la sangre del cuchillo. El hombre gritó.
Aquella auguraba ser una gran noche.
Aquella auguraba ser una gran noche.
Eres como café con leche
Dämon
Tus ojos no son rojos, pero yo realmente creo que eres un demonio.
Querido Dios
Querido Dios:
No me considero creyente, es más no creo en ti, pero de vez en cuando como cualquier humano necesito pensar que hay alguien que diferencia el bien del mal, alguien que en teoría estará ahí si yo tengo fe. Qué estúpida... aún así también tengo altibajos, quiero pensar que algún día si soy una buena persona el dolor desaparecerá. A veces quiero mandar todo a la mierda, quiero cerrar los ojos taparme los oídos y que el mundo desaparezca. Arrêtez le monde , je veux descendre. Ojalá fuese tan fácil, pero no, el mundo es un niño mimado. Puede ofrecerte la más grande de las vidas y luego con un simple chasquido hacerte tocar fondo. Qué injusto, ¿no? No soy una persona que necesite mucho para ser feliz, miento si digo que no soy ambiciosa, aún así mi felicidad es fácil de conseguir, entonces, ¿por qué no puede ser así? ¿Por qué tiene que ser tan complicado? Sé que no he sido siempre la mejor persona, que no he hecho siempre todo lo que he podido por mis amigos, que no he puesto todo mi esfuerzo en lo que hago, posiblemente haya herido a alguien por mis inconscientes palabras, incluso puede que haya sido demasiado egocéntrica y no haya querido dar la cara ante el mundo. Puede que haya hecho todas estas cosas y más, así que espero que todas las lágrimas que derrame perdonen mis errores o al menos la mayor parte de ellos. Querido Dios, una cosa más, ¿por qué has hecho a los seres humanos criaturas tan deplorables? Obligados a cargar toda la vida con pesares, pecados, muertes, traiciones y soportarlos simplemente porque saben que al otro lado existe esa paz que tanto ansían, ese abrazo cálido y acogedor que nos mece hasta quedarnos dormidos sin ninguna preocupación. Realmente eres cruel. Sé que por mucho que lo intente nunca conseguiré ser un ángel, pero me conformo con ser un demonio con alas blancas. Me conformo con gritar al mundo, con que mi voz sea escuchada. Me conformo con ser alguien.
No me considero creyente, es más no creo en ti, pero de vez en cuando como cualquier humano necesito pensar que hay alguien que diferencia el bien del mal, alguien que en teoría estará ahí si yo tengo fe. Qué estúpida... aún así también tengo altibajos, quiero pensar que algún día si soy una buena persona el dolor desaparecerá. A veces quiero mandar todo a la mierda, quiero cerrar los ojos taparme los oídos y que el mundo desaparezca. Arrêtez le monde , je veux descendre. Ojalá fuese tan fácil, pero no, el mundo es un niño mimado. Puede ofrecerte la más grande de las vidas y luego con un simple chasquido hacerte tocar fondo. Qué injusto, ¿no? No soy una persona que necesite mucho para ser feliz, miento si digo que no soy ambiciosa, aún así mi felicidad es fácil de conseguir, entonces, ¿por qué no puede ser así? ¿Por qué tiene que ser tan complicado? Sé que no he sido siempre la mejor persona, que no he hecho siempre todo lo que he podido por mis amigos, que no he puesto todo mi esfuerzo en lo que hago, posiblemente haya herido a alguien por mis inconscientes palabras, incluso puede que haya sido demasiado egocéntrica y no haya querido dar la cara ante el mundo. Puede que haya hecho todas estas cosas y más, así que espero que todas las lágrimas que derrame perdonen mis errores o al menos la mayor parte de ellos. Querido Dios, una cosa más, ¿por qué has hecho a los seres humanos criaturas tan deplorables? Obligados a cargar toda la vida con pesares, pecados, muertes, traiciones y soportarlos simplemente porque saben que al otro lado existe esa paz que tanto ansían, ese abrazo cálido y acogedor que nos mece hasta quedarnos dormidos sin ninguna preocupación. Realmente eres cruel. Sé que por mucho que lo intente nunca conseguiré ser un ángel, pero me conformo con ser un demonio con alas blancas. Me conformo con gritar al mundo, con que mi voz sea escuchada. Me conformo con ser alguien.
Egoísmo
Desde pequeña he soñado con algo, quizás estuviese demasiado alto para mí. Quizás fui demasiado codiciosa, puede que incluso egoísta. La verdad es que no me arrepiento.
Busco la perfección.
Busco la perfección.
La caída del héroe
Las llamas devoraban la ciudad poco a poco. El castillo era ya una bola de fuego y de los pequeños comercios sólo quedaban esqueletos de acero. La ciudad se moría.
A pesar del aspecto que ofrecía, de entre aquel infierno todavía seguía saliendo gente dispuesta a dar la vida por su patria. Los cadáveres se agolpaban en las aceras, bajos, parques... un manto negro cubría cada esquina. Olía a muerte.
-¡Alzaros, pueblo de Milos! ¡No os rindais, luchad hasta que sólo quede de vosotros el alma!-gritó un chico desde lo alto de la catedral
-¡Sí, Gideon!-resonó una voz al unísono
En un pequeño fuerte se resguardaban una chica muy joven y su hermano pequeño acurrucados contra el muro. El niño lloraba, pero su hermana lo calmaba como podía con suaves caricias.
-Rina, vamos a morir-sentenció el pequeño
-No digas eso, Leo. ¿No ves que Gideon sigue vivo?-dijo con voz esperanzadora-Él es nuestro príncipe, nuestras esperanzas, nuestro futuro. Si tienes fe Dios te escuchará y venceremos. Cree en él.
-Nunca debes confiar tus esperanzas ni tu vida a otra persona, únicamente tú eres dueño de ellas. Este es el fin, Rina. Observa tu ciudad, nuestro hogar. Ese príncipe sólo representa los huesos corroídos de una gran civilización. Sólo es un espectro.
-¡No oses...!
Durante unos segundos se hizo un silencio sepulcral y tras ellos se comenzó a escuchar el llanto de un bebé. En el suelo yacía Gideon con una espada clavada en el pecho. El héroe había caído.
A pesar del aspecto que ofrecía, de entre aquel infierno todavía seguía saliendo gente dispuesta a dar la vida por su patria. Los cadáveres se agolpaban en las aceras, bajos, parques... un manto negro cubría cada esquina. Olía a muerte.
-¡Alzaros, pueblo de Milos! ¡No os rindais, luchad hasta que sólo quede de vosotros el alma!-gritó un chico desde lo alto de la catedral
-¡Sí, Gideon!-resonó una voz al unísono
En un pequeño fuerte se resguardaban una chica muy joven y su hermano pequeño acurrucados contra el muro. El niño lloraba, pero su hermana lo calmaba como podía con suaves caricias.
-Rina, vamos a morir-sentenció el pequeño
-No digas eso, Leo. ¿No ves que Gideon sigue vivo?-dijo con voz esperanzadora-Él es nuestro príncipe, nuestras esperanzas, nuestro futuro. Si tienes fe Dios te escuchará y venceremos. Cree en él.
-Nunca debes confiar tus esperanzas ni tu vida a otra persona, únicamente tú eres dueño de ellas. Este es el fin, Rina. Observa tu ciudad, nuestro hogar. Ese príncipe sólo representa los huesos corroídos de una gran civilización. Sólo es un espectro.
-¡No oses...!
Durante unos segundos se hizo un silencio sepulcral y tras ellos se comenzó a escuchar el llanto de un bebé. En el suelo yacía Gideon con una espada clavada en el pecho. El héroe había caído.
Estoy lista si tú lo estás
-¡Atrapen a ese joven vivo o muerto!-ordenó el guardia-No me importa cómo ni con qué, pero tráiganlo ya. ¿Me han oído?
-A la orden, sir.
Los chicos galopaban todo lo rápido que podían, los guardias del rey pronto los cogerían. El camino era complicado y sombrío, y las piedras dificultaban el paso de caballo haciendo que el corcel cada vez estuviese más cansado. Los cabellos de la joven se movían con el viento de un lado a otro haciendo que pareciesen una maraña de rayos de sol al atardecer. Iba agarrada fuertemente a la espalda del chico y él le hablaba suavemente para que se calmase. Los dos era realmente jóvenes, la chica tenía unos 17 años apróximadamente y él 19.
Tras cruzar el tramo final del bosque llegaron a un pequeño lago rodeado de frondosos árboles y desgastadas rocas. El cielo anaranjado comenzaba a tornarse azul oscuro y el sol dejaba paso a una luna que se asomaba tímidamente por el firmamento. Pararon a descansar en la orilla de aquel minúsculo oasis y se sentaron en uno de los pedruscos mientras observaban cómo el caballo bebía. La luz le daba pequeños toques rojizos al cabello rubio del joven y hacía que sus ojos resplandeciesen como dos monedas de oro antiguo. El de ella brillaba como una llama de fuego incandescente y mirarla era contemplar un diminuto pedazo de mar.
-Lo siento-dijo la chica
-¿Por qué, Claire? ¿Acaso no eres feliz ahora?-preguntó el joven
-¡Claro que lo soy, Gilbert! Pero...¿y si nos atrapan? No puedo vivir pensando que te harán daño y que todo haya sido mi culpa-exclamó Claire
-¿Tú culpa? ¡¿Tú culpa has dicho?! Que yo sepa nadie me ha obligado a sacarte de ese castillo y que no escapemos juntos-contestó frustrado
-Lo sé, pero yo aún así te quiero demasiado. No puedo arriesgarme a perderte, lo mejor es que vuelva a los territorios de mi padre. Así al menos a ti no harán nada-sollozó
-Claire, mírame-sujetó su barbilla con ternura y la miró a los ojos-¿Crees que te dejaré ir después de todo lo que hemos pasado? A partir de ahora tú y yo ya no somos hijos de quienes éramos, ya no somos nobles. Podemos vivir una vida tranquila sin guerras ni traiciones, sin matrimonios concertados, ¡sin nada! Podemos ser nosotros y lo más importante, podemos estar juntos. ¿Estás preparada para pasar toda una vida a mi lado llena de aventuras y diversión?-sonrió
-No sé cómo lo consigues, pero siempre me acabas convenciendo-dijo riéndose- Estoy lista si tú lo estás, aún así debes saber que no voy a ir detrás de ti cada vez que te metas en un problema y no esperes que te hable siempre con una sonrisa en la cara-sentenció
-Realmente me tienes atrapado, ¿sabes que cuando intentas hacerte la complicada te pones roja? No hace falta que lo hagas, aunque digas que no me sonreirás siempre, lo harás. Estoy tan seguro de ello como de que me llamo Gilbert Black-aseguró
-Eres tonto de verdad y mira que yo pensaba que sólo te lo hacías-contestó entre carcajadas-Venga vamos, dentro de nada se hará de noche y como no apuremos los caballeros de mi padre pronto nos cogerán.
-Vale, pero antes quiero hacer una cosa. Mientras cabalgo es demasiado complicada.
-¿Y qué quieres...?
Claire no pudo llegar a terminar la frase, los labios de Gilbert ya estaban rozando los suyos
-A la orden, sir.
Los chicos galopaban todo lo rápido que podían, los guardias del rey pronto los cogerían. El camino era complicado y sombrío, y las piedras dificultaban el paso de caballo haciendo que el corcel cada vez estuviese más cansado. Los cabellos de la joven se movían con el viento de un lado a otro haciendo que pareciesen una maraña de rayos de sol al atardecer. Iba agarrada fuertemente a la espalda del chico y él le hablaba suavemente para que se calmase. Los dos era realmente jóvenes, la chica tenía unos 17 años apróximadamente y él 19.
Tras cruzar el tramo final del bosque llegaron a un pequeño lago rodeado de frondosos árboles y desgastadas rocas. El cielo anaranjado comenzaba a tornarse azul oscuro y el sol dejaba paso a una luna que se asomaba tímidamente por el firmamento. Pararon a descansar en la orilla de aquel minúsculo oasis y se sentaron en uno de los pedruscos mientras observaban cómo el caballo bebía. La luz le daba pequeños toques rojizos al cabello rubio del joven y hacía que sus ojos resplandeciesen como dos monedas de oro antiguo. El de ella brillaba como una llama de fuego incandescente y mirarla era contemplar un diminuto pedazo de mar.
-Lo siento-dijo la chica
-¿Por qué, Claire? ¿Acaso no eres feliz ahora?-preguntó el joven
-¡Claro que lo soy, Gilbert! Pero...¿y si nos atrapan? No puedo vivir pensando que te harán daño y que todo haya sido mi culpa-exclamó Claire
-¿Tú culpa? ¡¿Tú culpa has dicho?! Que yo sepa nadie me ha obligado a sacarte de ese castillo y que no escapemos juntos-contestó frustrado
-Lo sé, pero yo aún así te quiero demasiado. No puedo arriesgarme a perderte, lo mejor es que vuelva a los territorios de mi padre. Así al menos a ti no harán nada-sollozó
-Claire, mírame-sujetó su barbilla con ternura y la miró a los ojos-¿Crees que te dejaré ir después de todo lo que hemos pasado? A partir de ahora tú y yo ya no somos hijos de quienes éramos, ya no somos nobles. Podemos vivir una vida tranquila sin guerras ni traiciones, sin matrimonios concertados, ¡sin nada! Podemos ser nosotros y lo más importante, podemos estar juntos. ¿Estás preparada para pasar toda una vida a mi lado llena de aventuras y diversión?-sonrió
-No sé cómo lo consigues, pero siempre me acabas convenciendo-dijo riéndose- Estoy lista si tú lo estás, aún así debes saber que no voy a ir detrás de ti cada vez que te metas en un problema y no esperes que te hable siempre con una sonrisa en la cara-sentenció
-Realmente me tienes atrapado, ¿sabes que cuando intentas hacerte la complicada te pones roja? No hace falta que lo hagas, aunque digas que no me sonreirás siempre, lo harás. Estoy tan seguro de ello como de que me llamo Gilbert Black-aseguró
-Eres tonto de verdad y mira que yo pensaba que sólo te lo hacías-contestó entre carcajadas-Venga vamos, dentro de nada se hará de noche y como no apuremos los caballeros de mi padre pronto nos cogerán.
-Vale, pero antes quiero hacer una cosa. Mientras cabalgo es demasiado complicada.
-¿Y qué quieres...?
Claire no pudo llegar a terminar la frase, los labios de Gilbert ya estaban rozando los suyos
¿Qué quieres?
-Nina, ¿quieres algo especial por tu cumpleaños? Es que no sé qué comprarte.
-Lo que yo quiero no se puede comprar.
-¿Por qué? Dímelo y lo busco.
-Porque lo que yo quiero no está en ninguna tienda, ni aquí ni en ningún lugar del mundo. Lo que yo quiero, es a ti. Te quiero aquí, a mi lado. Quiero tu compañía, tu voz, tus palabras. Quiero tu sonrisa, tus manías, tus ojos. Quiero un abrazo tuyo, pero lo que más quiero que es me quieras. ¿Crees que lo podrás conseguir?
-Lo que yo quiero no se puede comprar.
-¿Por qué? Dímelo y lo busco.
-Porque lo que yo quiero no está en ninguna tienda, ni aquí ni en ningún lugar del mundo. Lo que yo quiero, es a ti. Te quiero aquí, a mi lado. Quiero tu compañía, tu voz, tus palabras. Quiero tu sonrisa, tus manías, tus ojos. Quiero un abrazo tuyo, pero lo que más quiero que es me quieras. ¿Crees que lo podrás conseguir?
Atrapado entre seis cuerdas
En un apartamento a las afueras de Londres, un joven estaba tirado en una amplia y vieja cama dando una última calada a su cigarrillo. La habitación estaba impregnada por el olor a Dark Hole, una marca poco conocida y comercializada en el país debido al sabor dulce que producía a muchos clientes. Abrió el paquete, sacó un nuevo cigarrillo y lo prendió con un mechero metálico y oxidado. Sus dedos eran largos y delgados y en el anular de la mano izquierda llevaba un anillo que se lo cubría completamente dejando al descubierto sólo las uñas. Cuando cayeron por fin las últimas cenizas y la luz del pitillo se apagó el guitarrista abrió los ojos. En medio de aquella inmensa oscuridad intentó buscar algún objeto reconocible sin éxito. Palpó la cama tratando de identificar el lugar dónde se encontraba y fue entonces cuando se dio cuenta de que se hallaba en su propia habitación. Ayer se había vuelto a acostar con una fan suya, él únicamente jugaba con ellas. Le interesaba el sexo y nada más, una vez que lo hubiesen complacido no eran útiles. La de anoche había sido muy fácil, había caído como una mosca conforme le había hecho unas pocas insinuaciones. En la cama le había resultado aburrida ya que era su primera, demasiado sencillo..
Mañana debía coger un avión a París otra vez, tenían un concierto muy importante en un garito cercano al centro. Se levantó lentamente y apoyó los pies con cuidado en el suelo sosteniéndose con las manos en el mueble más cercano. Las drogas y el tabaco le estaban pasando factura, últimamente el pulso le temblaba y la vista se le nublaba. La adicción en los pasados meses había ido en aumento y ya no podía dejarlo. Cuando Roxan le había dejado por no poder abandonarlas, comenzó a frecuentar los pubs que abrían hasta la madrugada emborrachándose con litros y litros de Vodka. Mientras cogía su guitarra, se acababa de poner su camiseta gris y desgarrada y su collar de pinchos metálicos encendió un nuevo cigarrillo. De camino al aeropuerto, a través de las ventanas del taxi observó como caía la lluvia y pensó en Roxan y en sus ojos azules. Realmente nunca había conseguido olvidarla y por muchas chicas con las que se acostara ninguna era Roxan. Un guitarrista es un ser nómada, un alma errante, por muchos lazos que lo aten a una persona es imposible que permanezca con ella eternamente; tarde o temprano se romperán. Vive por y para la guitarra, su única amante.
Mañana debía coger un avión a París otra vez, tenían un concierto muy importante en un garito cercano al centro. Se levantó lentamente y apoyó los pies con cuidado en el suelo sosteniéndose con las manos en el mueble más cercano. Las drogas y el tabaco le estaban pasando factura, últimamente el pulso le temblaba y la vista se le nublaba. La adicción en los pasados meses había ido en aumento y ya no podía dejarlo. Cuando Roxan le había dejado por no poder abandonarlas, comenzó a frecuentar los pubs que abrían hasta la madrugada emborrachándose con litros y litros de Vodka. Mientras cogía su guitarra, se acababa de poner su camiseta gris y desgarrada y su collar de pinchos metálicos encendió un nuevo cigarrillo. De camino al aeropuerto, a través de las ventanas del taxi observó como caía la lluvia y pensó en Roxan y en sus ojos azules. Realmente nunca había conseguido olvidarla y por muchas chicas con las que se acostara ninguna era Roxan. Un guitarrista es un ser nómada, un alma errante, por muchos lazos que lo aten a una persona es imposible que permanezca con ella eternamente; tarde o temprano se romperán. Vive por y para la guitarra, su única amante.
Poligonera
Era una noche fría y cerrada. Por la carretera no circulaban apenas coches y los pocos que lo hacían eran grandes camiones que llevaban rumbo a lejanos lugares. De pronto de la inmensa oscuridad salió un automóbil negro y viejo. Las luces la alumbraron brevemente. Ella no lo dudó; ya lo había hecho más veces. Se acercó a la ventanilla con su escasa y ligera ropa haciendo alarde de sus atributos y entabló una fugaz conversación con el conductor. A los pocos minutos ya estaba dentro del coche.
El viaje fue corto y silencioso, tan sólo una pregunta. ¿Cuánto cobras? Al cabo de quince minutos ya habían llegado a su destino:un cutre y ruinoso motel de carretera. Las paredes eran grises y agrietas, la recepcionista una señora de unos 50 años que iba pintada como una quinceañera y fumaba como una carretera y las habitaciones deplorables salas con una cama a punto de romperse. A la chica no le importó aquello. Lo había hecho en lugares mucho peores. Agarró el dinero que el hombre le ofrecía con desesperación y comenzó su trabajo. A las 4 de la mañana ya había acabado.
El señor se marchó nada más sentirse satisfecho. Se visitó y se abrochó los pantalones con prisa, pero antes de desaparecer por la puerta manoseó a la chica de nuevo
-Por curiosidad, ¿cómo te llamas?
-Rose
-Tienes un buen culo-descaradamente se acercó a su escote- ¿Son de silicona?
-No
La puerta se cerró tras su sombra y Rose se levantó de la cama buscando a tientas su ropa interior. Se colocó el liviano sujetador y se abrochó el corsé. Le dolía un poco el cuerpo, aquel hombre se había sobrepasado, pero por lo menos ahora ya tenía dinero. Atravesó el corredor y pasó por delante de la recepcionista. Ella la llamó puta y Rose contestó sin mucho reparo alzando el dedo corazón y con un simple "que te follen". Bajó las escaleras y se abrazó a sí misma tiritando de frío. Le castañeaban los dientes, tenía las extremidades entumecidas y los labios casi morados. Caminó hasta el pueblo más cercano, una pequeña población a unos 10 minutos del motel. Entre oscuras y siniestras calles buscó a su camello, normalmente solía estar por allí a esas horas. Al cabo de un rato lo encontró en un estrecho callejón vendiendo heroína a un chico aproximadamente de unos 20 años. El chico estaba muy nervioso y los ojos le brillaban a pesar de no haber prácticamente luz. Rose se acercó al camello y le pidió lo habitual, cocaína. Le dio todo el dinero que había ganado ese día y se marchó de aquel lugar apresuradamente. Necesitaba esnifar.
Tras media hora buscando un pequeño almacén abandonado para poder tumbarse y disfrutar, lo halló a la afueras de pueblo. Se sentó en una esquina y se tapó con su fina chaqueta de plumas para no morir de hipotermia. Preparó todo lo necesario para esnifar la cocaína y la extendió por el suelo. Ya estaba todo listo. Comenzó aspirando poco a poco y cada vez fue a más, era tan agradable... En aquellos instantes se olvidaba de quién era, de lo que hacía, de su asquerosa vida, de todas las veces que los tíos le habían pegado o jugado con ella, de todo. Los ojos se le empezaron a cerrar, pero no importaba. Nadie la echaría en falta, ¿quién se iba a acordar de una puta?
El viaje fue corto y silencioso, tan sólo una pregunta. ¿Cuánto cobras? Al cabo de quince minutos ya habían llegado a su destino:un cutre y ruinoso motel de carretera. Las paredes eran grises y agrietas, la recepcionista una señora de unos 50 años que iba pintada como una quinceañera y fumaba como una carretera y las habitaciones deplorables salas con una cama a punto de romperse. A la chica no le importó aquello. Lo había hecho en lugares mucho peores. Agarró el dinero que el hombre le ofrecía con desesperación y comenzó su trabajo. A las 4 de la mañana ya había acabado.
El señor se marchó nada más sentirse satisfecho. Se visitó y se abrochó los pantalones con prisa, pero antes de desaparecer por la puerta manoseó a la chica de nuevo
-Por curiosidad, ¿cómo te llamas?
-Rose
-Tienes un buen culo-descaradamente se acercó a su escote- ¿Son de silicona?
-No
La puerta se cerró tras su sombra y Rose se levantó de la cama buscando a tientas su ropa interior. Se colocó el liviano sujetador y se abrochó el corsé. Le dolía un poco el cuerpo, aquel hombre se había sobrepasado, pero por lo menos ahora ya tenía dinero. Atravesó el corredor y pasó por delante de la recepcionista. Ella la llamó puta y Rose contestó sin mucho reparo alzando el dedo corazón y con un simple "que te follen". Bajó las escaleras y se abrazó a sí misma tiritando de frío. Le castañeaban los dientes, tenía las extremidades entumecidas y los labios casi morados. Caminó hasta el pueblo más cercano, una pequeña población a unos 10 minutos del motel. Entre oscuras y siniestras calles buscó a su camello, normalmente solía estar por allí a esas horas. Al cabo de un rato lo encontró en un estrecho callejón vendiendo heroína a un chico aproximadamente de unos 20 años. El chico estaba muy nervioso y los ojos le brillaban a pesar de no haber prácticamente luz. Rose se acercó al camello y le pidió lo habitual, cocaína. Le dio todo el dinero que había ganado ese día y se marchó de aquel lugar apresuradamente. Necesitaba esnifar.
Tras media hora buscando un pequeño almacén abandonado para poder tumbarse y disfrutar, lo halló a la afueras de pueblo. Se sentó en una esquina y se tapó con su fina chaqueta de plumas para no morir de hipotermia. Preparó todo lo necesario para esnifar la cocaína y la extendió por el suelo. Ya estaba todo listo. Comenzó aspirando poco a poco y cada vez fue a más, era tan agradable... En aquellos instantes se olvidaba de quién era, de lo que hacía, de su asquerosa vida, de todas las veces que los tíos le habían pegado o jugado con ella, de todo. Los ojos se le empezaron a cerrar, pero no importaba. Nadie la echaría en falta, ¿quién se iba a acordar de una puta?
Die Nacht
La lluvia caía en la ciudad con furia, cubriendo el cielo de espesas nubes grises. Las gotas resbalaban por su rostro, pero a ella no le importaba. Caminó despacio entre las calles, mojándose, dejando que su ropa se empapase hasta que no quedara rastro de sequedad y levantó lentamente su cabeza hacia el cielo. Era de noche y la luna brillaba a través un pequeño claro que se había formado entre dos nubarrones. Se quedó mirando fijamente el banco, en silencio, y comenzó a llorar. ¿Por qué, por qué, por qué..?
-¿Por qué lloras?
La joven no dudó en girar la cabeza y contestar a aquella voz tan conocida.
-Por ti
-¿Por mí?
-Por nosotros, por lo que siempre estuvo, pero nunca existió. Por la palabras que fueron pensadas, pero nunca dichas. Por los sentimientos que siempre estuvieron encerrados y nunca tuvieron ni una sola oportunidad para salir. Por todo... porque esto no es un encuentro cualquiera. Porque esto es un adiós; ya me he cansado de jugar.
-¿Por qué lloras?
La joven no dudó en girar la cabeza y contestar a aquella voz tan conocida.
-Por ti
-¿Por mí?
-Por nosotros, por lo que siempre estuvo, pero nunca existió. Por la palabras que fueron pensadas, pero nunca dichas. Por los sentimientos que siempre estuvieron encerrados y nunca tuvieron ni una sola oportunidad para salir. Por todo... porque esto no es un encuentro cualquiera. Porque esto es un adiós; ya me he cansado de jugar.
Profe, ¿de verdad existen?
Son las 10 de la mañana y los chicos como todas las mañana están en su clase de Lengua Castellana. La mayor parte no están atendiendo y la otra está mirando el reloj de manera compulsiva. La profesora sigue hablando con la mirada perdida a pesar de que nadie la está escuchando.
-(...) por ejemplo si decimos chucho, tiene un sentido más despectivo que perro, aunque todo depende en qué contexto.
-Pero, profe. ¿Entonces no existen los sinónimos absolutos?-preguntó una chica
-Sí...., pero son muy complicados de encontrar-contestó la profesora
-Ah, pues de te quiero...-titubeó la chica
-Te amo-respondió el chico
-Sí, podría ser un buen ejemplo. Se aproxima bastante-afirmó la profesora
-No, no lo es. Si yo te digo te amo, te lo digo de corazón; desde lo más profundo del alma. Son dos sencillas palabras que guardan una llave. Son dos pozos sin fondo, dos flechas esperando a ser lanzadas. Si te digo te quiero sólo ves mis labios, pero no más allá de mis ojos. No comprenderías quien soy.
Para Alba Martínez.
Se ceden los derechos a Nuria Seoane
-(...) por ejemplo si decimos chucho, tiene un sentido más despectivo que perro, aunque todo depende en qué contexto.
-Pero, profe. ¿Entonces no existen los sinónimos absolutos?-preguntó una chica
-Sí...., pero son muy complicados de encontrar-contestó la profesora
-Ah, pues de te quiero...-titubeó la chica
-Te amo-respondió el chico
-Sí, podría ser un buen ejemplo. Se aproxima bastante-afirmó la profesora
-No, no lo es. Si yo te digo te amo, te lo digo de corazón; desde lo más profundo del alma. Son dos sencillas palabras que guardan una llave. Son dos pozos sin fondo, dos flechas esperando a ser lanzadas. Si te digo te quiero sólo ves mis labios, pero no más allá de mis ojos. No comprenderías quien soy.
Para Alba Martínez.
Se ceden los derechos a Nuria Seoane
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Todo comenzó un frío mes de enero en el que los campos aparecían blancos por las mañanas y la luna resplandecía en el oscuro cielo. Unas palabras, una excusa, un intercambio de miradas; una conversación por chat, un primer abrazo, los cimientos de una amistad. Enero, febrero, marzo, abril, mayo... y así pasaban los días, los meses y las estaciones, pero sobretodo el tiempo.
Llegó junio y con él las ganas de acabar las clases, olvidarse de los exámenes e ir a la playa. Todos los chicos soñaban con la vacaciones, mas ella no. Contaba todos y cada uno de los días como si fuesen los últimos y aprovechaba cada unos de los segundos para estar con él. Eran amigos, ¿no? ¿Entonces por qué le dolía tanto el pecho cuando pensaba en él? La chica no encontraba la respuesta y se iba entristeciendo porque el dolor iba en aumento y el tiempo se agotaba.
Al fin llegó el ansiado último día y los alumnos salieron corriendo del aula para despedirse de sus amigos. La joven salió despacio, observando su espalda, su ropa y su cabello; guardando en su mente su olor, pero sobretodo memorizando sus ojos.
Ni un adiós, ni una broma, ni siquiera un simple "feliz verano". El dolor era demasiado y palpitaba queriendo salir fuera; haciendo entonces que se diese cuenta de que algo faltaba en ella.
-Creo que he perdido el corazón. Ya no duele, no está.
-¿Cómo que lo has perdido? Eso es imposible.
-Lo sé, aún así debes creerme. Ayúdame a encontrarlo.
-Vale, pero sólo por esta vez.
Y así pasaron el mediodía, buscándolo y cuanto más tiempo estaba con él, más notaba que lo estaba volviendo a encontrar. Pero dieron las 3 y él anunció que tenía que irse a casa. Durante unas horas las esperanzas de haberlo encontrado habían vuelto, aún así en aquel momento notó como poco a poco se desvanecían. Levantó la mano tristemente y dijo "adiós, buen verano". Él hizo lo mismo, pero cuando ya estaba a punto de desaparecer, volvió.
-Ya sé donde está tu corazón.
-¿Si?
-Sí, te lo he robado yo.
Y de improviso besó a la chica, haciéndole darse cuenta de que sí era cierto: lo había tenido él desde el principio.
Llegó junio y con él las ganas de acabar las clases, olvidarse de los exámenes e ir a la playa. Todos los chicos soñaban con la vacaciones, mas ella no. Contaba todos y cada uno de los días como si fuesen los últimos y aprovechaba cada unos de los segundos para estar con él. Eran amigos, ¿no? ¿Entonces por qué le dolía tanto el pecho cuando pensaba en él? La chica no encontraba la respuesta y se iba entristeciendo porque el dolor iba en aumento y el tiempo se agotaba.
Al fin llegó el ansiado último día y los alumnos salieron corriendo del aula para despedirse de sus amigos. La joven salió despacio, observando su espalda, su ropa y su cabello; guardando en su mente su olor, pero sobretodo memorizando sus ojos.
Ni un adiós, ni una broma, ni siquiera un simple "feliz verano". El dolor era demasiado y palpitaba queriendo salir fuera; haciendo entonces que se diese cuenta de que algo faltaba en ella.
-Creo que he perdido el corazón. Ya no duele, no está.
-¿Cómo que lo has perdido? Eso es imposible.
-Lo sé, aún así debes creerme. Ayúdame a encontrarlo.
-Vale, pero sólo por esta vez.
Y así pasaron el mediodía, buscándolo y cuanto más tiempo estaba con él, más notaba que lo estaba volviendo a encontrar. Pero dieron las 3 y él anunció que tenía que irse a casa. Durante unas horas las esperanzas de haberlo encontrado habían vuelto, aún así en aquel momento notó como poco a poco se desvanecían. Levantó la mano tristemente y dijo "adiós, buen verano". Él hizo lo mismo, pero cuando ya estaba a punto de desaparecer, volvió.
-Ya sé donde está tu corazón.
-¿Si?
-Sí, te lo he robado yo.
Y de improviso besó a la chica, haciéndole darse cuenta de que sí era cierto: lo había tenido él desde el principio.
¿A qué le llamas tú...?
Son las 20.33 y suena inesperadamente el teléfono. La chica sale corriendo de su habitación con intención de saber quién la está llamando en ese momento.
-¿Diga?-pregunta intrigada
-Charlotte, ¿eres tú?-responde la voz al otro lado del teléfono
-Sí Mila, soy yo. ¿Qué pasa? Sabes perfectamente que a estas horas estoy ocupada-resopló
-Es rápido, no te preocupes. Es que tengo un problema con la redacción de mañana y no sé cómo hacerla. La profesora me ha dicho que no sé escribir,que lo que cuento es mecánico, ¡ni que ella fuese escritora! A ti se te da mejor que a mí estas cosas, ¿cómo se escribe? No en el sentido de oraciones o escribir gramaticalmente bien, yo quiero expresar sentimientos, ideas y que lleguen a la persona que lo lea.
- ¿A qué le llamas tú escribir? Lo siento Mila, pero no te voy a poder ayudar. Cuando escribes cuentas lo que sientes, lo que se te pasa por la cabeza. Escribir es pensar con letras y firmar con tinta lo que el corazón te dice. Yo no puedo cambiar eso; ni yo ni nadie. Si de verdad quieres escribir algo que llegue y provoque una pequeña sensación , escúchate. Simplemente no pienses, deja que las letras fluyan y la pluma hará el resto.
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